A principios del pasado año, el Parlamento Europeo sorprendía a todos con una ambiciosa propuesta pensada para mejorar las cifras de ventas del coche eléctrico. Esta se basaba en marcar a los diferentes estados un número de puntos de recarga a instalar, que en el caso de España, llegaba a los 82.000 puntos para 2020.
Esto también se extendía a la infraestructura de repostaje de hidrógeno. Todo parecía muy bien, pero a finales de ese mismo año, el propio Parlamento modificaba los objetivos a la mitad. Ahora de nuevo han vuelto a cambiar el documento, y en lugar de obligar a un número concreto, la autoridad europea se limita a pedir a los estados un despliegue apropiado según el número de ventas, pero sin ningún objetivo concreto.
Esto supone según los expertos, un verdadero paso atrás, que se supone motivado por la presión de unos gobiernos que no se habían tomado en serio esta medida. Unas presiones que finalmente han convertido un ambicioso proyecto, en un documento sin ningún valor.
Según la organización Transport & Environment, que se busca una mayor implicación de la administración europea en este asunto
Europa puede y debe hacer mejor las cosas, y poner en marcha una estrategia global sobre la movilidad eléctrica. Este continente tiene que unirse a la carrera por la innovación sostenible, y recortar lo antes posible su monstruosa factura de importaciones de petróleo en unos 300 mil millones de euros, además de buscar reducir las emisiones de CO2
El resultado será que los gobiernos más reticentes a apoyar al coche eléctrico y las formas de movilidad sostenible, como España, se verán abocados a seguir en la periferia tecnológica.
En el otro lado estados «tan lejanos» como Francia, conocedores de la importancia del coche eléctrico para su economía, y también para lograr mejorar las condiciones ambientales en sus grandes ciudades, redoblan sus esfuerzos, poniendo en marcha un ambicioso plan para instalar 14.000 puntos de recarga en cuatro años,
