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El intento de Shai Agassi de crear una compañía automovilística líder

Shai Agassi era un exitoso empresario en el mundo del software que quería mejorar el planeta y llegó a la conclusión de que los coches eléctricos eran la respuesta a muchos problemas medioambientales y que el intercambio de baterías era la mejor solución para los largos tiempos de recarga.

Su intención era construir estaciones robotizadas, similares a un túnel de lavado, donde un conductor podía entrar y desprenderse de la batería descargada, montando una con carga completa en menos tiempo del que podía costar llenar el depósito de un vehículo convencional. Esto acabaría con los dos mayores obstáculos para una mejor entrada en el mercado de los vehículos eléctricos: la ansiedad producida por la autonomía y los largos tiempos de recarga. Además, la empresa sería la propietaria de las baterías, alquilándolas a los clientes, lo que haría bajar drásticamente el coste asociado al vehículo.

Todo parecía sencillo, y logró conseguir varios cientos de millones de dólares con una presentación de PowerPoint, carisma, contactos y cara dura. Si hubiera tenido un plan de negocio detallado, probablemente no se habría puesto en marcha.

Pero la cuestión es que nadie pensó en cómo podría reunir semejante capital para la construcción de las estaciones de intercambio y para la compra de baterías, además de convencer a los fabricantes de coches para que diseñaran sus vehículos eléctricos según los requisitos que exigirían sus robots de intercambio de baterías. Y es que para que su sistema tuviera aceptación en el mercado y para convencer a los potenciales clientes, se necesitaba una infraestructura gigantesca de forma repentina.

Y todo ello contribuyó al fracaso de la idea. Agassi nunca pensó, por ejemplo, en que sus estaciones hubieran necesitado un gigantesco sistema de refrigeración para la zona de recarga de baterías (las baterías se recargan más eficientemente con temperaturas bajas).

Agassi quería que los coches y las estaciones fueran baratas. Cuando el vehículo, construido con Renault, demostró que no era competitivo en cuanto a costes respecto a los coches de combustión convencionales, tanto la prensa como los clientes se mostraron poco receptivos. Por ello, la compañía de Agassi, “Better Place”, quebró de forma clara.

Pero lo que es sorprendente es que dicha empresa tuvo cierto éxito en determinados ámbitos, especialmente en el taxi de Tokyo. Esta ciudad necesitaba reducir emisiones y la gasolina en Japón es muy cara. Además, no era necesario un gran número de estaciones de intercambio y podían estar localizadas en puntos cercanos a las paradas de taxi. Si Agassi se hubiera enfocado en ámbitos de este tipo, quizá “Better Place” podría haber tenido éxito, aunque nunca se hubiese convertido en la compañía automovilística global y dominante que Agassi soñaba.

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Vía | Forbes

 

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