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Lo que debe ocurrir para que eclosione el mercado de los coches eléctricos

El proceso de fabricación de un vehículo eléctrico se está abaratando más rápido de lo que se pensaba. El precio de las baterías de ion de litio está cayendo en picado, a la vez que los avances técnicos producen mayores autonomías y tiempos de carga más cortos.

Pero, aún así, el futuro de los coches eléctricos todavía necesita algunas piezas clave para completar el puzzle. Algunos materiales esenciales para la fabricación de baterías son escasos. También son insuficientes las estaciones de recarga. Y, por ahora, los vehículos de combustión tienen un coste de adquisición menor que los eléctricos.

Las compañías automovilísticas están acelerando el ritmo para solucionar los obstáculos mencionados. Hay bastante nerviosismo en el sector ante la rapidez en que pueda darse el cambio y las cantidades de dinero que se debe invertir en ello.
A continuación, presentamos lo que debe ocurrir para que los vehículos eléctricos sustituyan definitivamente al automóvil de combustión:

El coste de fabricación de motores y componentes debe continuar bajando:

Actualmente el coste de fabricación de un tren motriz de un vehículo eléctrico asciende a 16.000 dólares de media. Mientras, el coste asociado a construir un bloque de combustión queda en una media de 6.000 dólares. El cambio de mentalidad del comprador sucederá cuando se iguale el precio de adquisición, que va ligado, obviamente, al de fabricación. El sobrecoste actual de un vehículo eléctrico viene condicionado por el precio de las baterías.

El coste de las baterías en función de la potencia producida, ha caído a la mitad desde 2011. Si la caída de precios continúa, los analistas del Bank of America Merrill Linch estiman que hacia 2024 los coches eléctricos podrán ser más baratos que sus equivalentes de combustión. La caída de precios parece acelerarse, ya que hace un año, los mismos analistas estimaban que la igualdad de precio entre ambas tecnologías se alcanzaría en 2030. Una de las razones de la caída de precios de las baterías es que los fabricantes están aumentando la producción y con ello, va descendiendo el coste de fabricación.

Algunos fabricantes, como Daimler, ya están entrando en el negocio de fabricación de baterías. Consideran que éstas constituyen una parte esencial del vehículo y que ello justifica que se inviertan grandes cantidades de dinero en plantas para producir este elemento.

Debe haber un suministro estable y asequible de los recursos necesarios para la fabricación de baterías:

Los fabricantes de automóviles se están apresurando para asegurar las materias primas esenciales necesarias en las baterías como el cobalto, el litio o el grafito. Es necesario evitar la escasez de recursos, que conduciría a precios demasiado altos, haciendo el vehículo eléctrico inviable.

En ello juega un papel importante la geopolítica. Tres cuartas partes de las reservas mundiales de litio se concentran en China y Chile. Conforme la demanda vaya en aumento, China podría utilizar sus recursos naturales como medida de presión diplomática al igual que hace actualmente Arabia Saudí con el petróleo.

El cobalto procede principalmente de la República Democrática del Congo, uno de los países más inestables del mundo y que, además, utilizan niños para mano de obra.

Todo esto está haciendo que las empresas mineras estén buscando reservas de litio y cobalto en otras localizaciones menos problemáticas o que pudieran nivelar la balanza de la geopolítica.

Se necesitan más estaciones de carga y que lo hagan más rápido:

Además del coste actual de adquisición, los vehículos eléctricos también se enfrentan al problema de falta de lugares para recarga y el tiempo que esto conlleva. Por tanto, en el futuro deberá haber una densa red de estaciones de recarga y que éstas sean capaces de cargar la batería en el tiempo que cuesta tomarse un café.

Actualmente, cruzar un país como España con un coche eléctrico es una aventura, ya que hay que planificar cuidadosamente un viaje de este tipo por la escasez de puntos de carga. Y todo ello sin contar con los posibles imprevistos. Tesla, por ejemplo, está ampliando su red de supercargadores, de forma que ya se pueden cubrir sin dificultad algunas rutas principales. Dichos puntos de carga rápida pueden alcanzar el 80% de capacidad de batería en poco más de media hora.

En Estados Unidos ya existen 16.000 estaciones de carga distribuidas por toda su geografía. En el año 2010 apenas había unos centenares de ellas. Aun así, estas cifras están lejos todavía de las 112.000 gasolineras existentes en todo el país. Sorprendentemente, en Estados Unidos, el escándalo del dieselgate de Volkswagen ha acelerado el proceso de electrificación del país. Como consecuencia de dicho caso, Volkswagen acordó invertir 2.000 millones de dólares para promover los coches eléctricos y construir la infraestructura necesaria. Los planes consisten en instalar más de 2.000 puntos de carga rápida antes de que finalice el año 2019, en una primera fase.

Los conductores deberán deshacerse de su apego al sonido, olor y sensaciones de sus motores de combustión:

Existe cierta barrera psicológica que hace que mucha gente se resista al cambio de tecnología. La gente está acostumbrada a conducir vehículos de combustión y a las sensaciones que éstos transmiten. El olor a gasolina, el cambio de marchas o el sonido al acelerar desaparecen en los coches eléctricos.

Pero los vehículos eléctricos ofrecen otras ventajas. La física implicada en el funcionamiento del motor eléctrico ofrece un par instantáneo que va asociado a una aceleración extraordinaria. Un Tesla Model S, con un coste de unos 135.000 dólares, puede hacer el 0 a 100 más rápido que algunos modelos de Ferrari, Porsche o Lamborghini bastante más caros.

Además, los coches eléctricos son silenciosos, el motor casi no transmite vibraciones y no emiten gases por un tubo de escape. El coste de mantenimiento también se reduce drásticamente al no necesitar cambios de aceite. El coste por kilómetro también es mucho menor que el de un vehículo equivalente de combustión. Además, las ubicación de las baterías en zonas bajas del bastidor, proporciona centros de gravedad más bajos y consecuentemente una mayor estabilidad.

Las fábricas deberán prescindir de algunos de los viejos métodos de producción:

La transición hacia el vehículo eléctrico será dolorosa para el sector tradicional del automóvil y para algunos de sus proveedores puede llegar a ser catastrófica.

Los coches eléctricos cuentan con un 25% menos de despiece que los vehículos convencionales de combustión interna. Las empresas que fabrican partes del motor como pistones, sistemas de inyección o bujías deberán encontrar nuevos productos que vender o cerrarán de forma inevitable. Algunas habilidades adquiridas por parte de sus trabajadores ya no se van a necesitar nunca más.

Los gobiernos tampoco recibirán la alta carga impositiva de los carburantes. Las estaciones de servicio y los talleres mecánicos ya no serán negocios rentables. Para competir con Tesla, que permite a sus clientes comprar los coches por internet, el resto de marcas deberán cambiar sus tradicionales sistemas de venta.

El desarrollo del coche eléctrico también permitirá que nuevos fabricantes puedan entrar en el mercado y competir con las marcas tradicionales. Los fabricantes chinos están invirtiendo fuertemente en la movilidad eléctrica, ya que han identificado esta nueva circunstancia. Las grandes marcas automovilísticas reconocen la amenaza y argumentan que pueden utilizar sus enormes recursos para desarrollar y fabricar vehículos eléctricos más rápido que Tesla, que se ha visto desbordada para satisfacer la alta demanda. El grupo Volkswagen, por ejemplo, ya ha indicado que no tendrán problemas para construir un millón de coches, si es necesario.

De todos modos, la experiencia en diseñar y construir motores de combustión interna ya no dará a los fabricantes tradicionales ninguna ventaja competitiva. Esto supone que están perdiendo gran parte de su capital intelectual y deberán encontrar alguna manera para reemplazarlo.

Vía | NY Times

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