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Los objetivos de emisiones de 2030 provocan un debate sobre la «neutralidad tecnológica» en Europa

A principios del mes pasado la Comisión Europea reveló su paquete de propuestas para disminuir la contaminación que asfixia al viejo continente, estableciendo el objetivo de que para el año 2030 las emisiones sean un 30% más bajas que las que se han marcado conseguir en el año 2021, es decir, en apenas 4 años.

Este objetivo recibió toda clase de críticas. Por un lado, los grupos ecologistas señalaron que la propuesta era demasiado conservadora y que debía ser más ambiciosa, mientras que muchos miembros de la industria protestaron porque consideran que un 30% es un objetivo casi inalcanzable. Otros en cambio opinan que la propuesta es equilibrada.

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Sin embargo, hubo una crítica bastante inusual por parte de los fabricantes de automóviles y los defensores de los combustible fósiles. Para ellos, la Comisión Europea ha diseñado una propuesta demasiado centrada en los coches eléctricos, algo que perjudica a aquellas empresas que apuestan todavía por el motor de combustión y buscan evolucionarlo para hacerlo más ecológico. En su opinión, la Comisión debería haber tenido en cuenta las emisiones del «pozo a la rueda», ya que en ese caso los coches de combustión no se verían tan perjudicados frente a los eléctricos en el cálculo de la huella de dióxido de carbono asociada a su uso.

La Comisión ha declarado que en su propuesta no discrimina a ningún tipo de motorización siempre y cuando cumpla con los nuevos límites de emisiones que se implantarán de aquí a 2030, ya sea eléctrica, híbrida o de combustión, y que todas las medidas están diseñadas para mejorar la calidad del aire de Europa, así como aumentar la competitividad de la industria europea frente a la de países como China, que la están adelantando en materia de movilidad eléctrica.

Unas críticas a la falta de neutralidad tecnológica que han sido recibidas con sorna por algunos, que no recuerdan haberlas escuchado cuando hace apenas unos años en Europa se favorecía el uso de motorizaciones diésel a pesar de que con el tiempo se ha demostrado que son todavía más peligrosas que las de gasolina por culpa del NOx que emiten.

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Fuente | Euractiv

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