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El reto del transporte aéreo cero emisiones se llama SolarStratos

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Hace tiempo que perseguimos el sueño del transporte cero emisiones. Ya conocemos la fórmula: energías renovables y vehículos eléctricos. Algo que parecía utópico hace un par de décadas ya es una realidad hoy día. Puede que todavía quede un largo camino por recorrer para la masificación de esta tecnología, aunque ya ha madurado y tiene argumentos aplastantes a su favor. ¿Pero qué pasa con la aviación, por qué no seguimos los pasos que hemos avanzado en la Tierra para empezar a surcar los cielos sin emisiones?

Es una pregunta que tiene difícil respuesta, aunque esencialmente nos enfrentamos al mismo problema que los transportes terrestres: la densidad energética de las baterías y el crítico balance entre prestaciones y autonomía. En general los aviones son más eficientes que los automóviles, una vez han ascendido y alcanzado su velocidad de crucero necesitan pocos recursos energéticos para mantenerse en el aire. Pueden desplazarse prácticamente en línea recta hasta el destino y nada les impide seguir avanzando, no hay stops ni semáforos que les obliguen a perder inercia. Está claro, es mejor ir volando que rodando. Pero entonces, ¿por qué no existen aviones eléctricos?

Lo cierto es que sí existen, incluso hay una creciente oferta comercial de ultraligeros y motoplaneadores eléctricos que se pueden adquirir, registrar y volar legalmente. Lo que ocurre es que estamos malacostumbrados a la casi obscena abundancia energética que permite cruzar océanos en unas pocas horas, y eso es algo que todavía queda lejos, muy lejos, de la densidad de las mejores baterías. Hemos tomado ventaja de la eficiencia de estos aparatos para aumentar la velocidad de crucero, en lugar de buscar menores consumos que sobre el asfalto.

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Algunos pioneros de la aviación sostenible como los suizos de SolarStratos, están buscando los límites de la propulsión eléctrica y de la generación fotovoltaica para dar los primeros vuelos hacia la electrificación del transporte aéreo. Para ello han diseñado un planeador de 8,5 metros de largo y dos plazas en tándem con una cuidada aerodinámica y una envergadura de casi 25 metros, propulsado por un motor eléctrico de 32 kW que hace girar una hélice de 4 palas y 2,2 metros de diámetro a 2.200 rpm. La energía procede de una densa batería de 20 kWh y un conjunto de paneles solares que cubren 22 m2 de la superficie alar, con una eficiencia cercana al 24%. Lo más increíble de todo es que en orden de vuelo el aparato marca tan sólo 450 kg en la báscula.

Son cifras que comparativamente con las máquinas de tierra, no parecen impresionar a nadie. Sin embargo, este ‘twizy volador’ le pega un buen repaso al Model S más equipado. Sí, no estamos hablando de fulgurantes aceleraciones ni tiempos de carga ultrarrápidos. Estamos hablando de lo que realmente importa a la hora de viajar; velocidad media y autonomía. El SolarStratos tiene una autonomía de hasta 24 horas de vuelo y es capaz de mantener cruceros de más de 100 km/h. Suponiendo que la vejiga del piloto aguante del tirón, podría viajar de Madrid a Oslo con una carga, en lo que tarda el planeta en dar una vuelta sobre su eje.

Por si esto fuera poco, el equipo de SolarStratos tiene la ambición de volar a una altitud de 24.000 metros, gracias a que el motor eléctrico es inmune a la presión atmosférica y no necesita oxígeno para funcionar. Surcar la estratosfera -de ahí la segunda mitad de su nombre- a 24 kilómetros sobre el terreno es algo impresionante en sí mismo, teniendo en cuenta que el techo de vuelo de un avión comercial es de unos 12.000 metros, la mitad que esta pequeña aeronave de media tonelada. Otra ventaja es que a esa altura no hay nubes que tapen la radiación solar, permitiendo un aprovechamiento óptimo de los recursos.

El reto que no está en absoluto exento de riesgos se llama Mission SolarStratos, y consiste en realizar vuelos estratosféricos a bordo de una nave silenciosa y completamente libre de emisiones. A esta altitud, se puede contemplar la curvatura del planeta y observar las estrellas durante el día.

Para ello, el piloto tendrá que vestir un traje de astronauta debido a que la cabina no está presurizada y que las temperaturas podrían alcanzar los 70 grados negativos. El objetivo es puramente demostrativo de lo que se puede conseguir con energías renovables y probablemente sea el comienzo de lo que veremos en el futuro.

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Via | SolarStratos

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