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Ahora no Permitir

Hamburgo se convierte en la primera ciudad alemana que prohibe la entrada de coches diésel

Hace unas semanas os contábamos que las ciudades alemanas estaban en los juzgados peleando por el derecho a poder decidir sobre la expulsión de los contaminantes motores diésel de sus calles. Un dictamen que finalmente se ha producido en el Tribunal Administrativo Federal de Alemania después de la impugnación de los estados de Renania del Norte-Westfalia y Baden-Wuerttemberg. Algo que en la práctica abre las puertas a la puesta en marcha de este tipo de prohibiciones.

Ahora Hamburgo se ha situado como la primera gran urbe que ha puesto en marcha esta agresiva medida. Los empleados del ayuntamiento de la ciudad han comenzado la colocación de los primeros avisos de la prohibición de entrada los dos primeros tramos en que se aplica: 580 metros de la calle Max-Brauer-Allee y un tramo de 1,7 kilómetros de la Stresemannstraße, para restringir la circulación de los vehículos diésel anteriores al año 2015 o la normativa europea Euro6. Una prohibición que supondrá multas de entre 25 y 75 euros para los infractores.

Para diferenciar a los vehículos, las ciudades pondrán en marcha un sistema de matrículas que permitirá identificar a los modelos según su nivel de contaminación. De esa forma los más peligrosos llevarán una placa roja, los intermedios una amarilla, y los más respetuosos con el medio la verde. Según el color de la matrícula, el vehículo podrá entrar o no en determinadas zonas de las ciudades.

Según los datos de la Oficina Federal de Medio Ambiente, cerca de 70 ciudades alemanas registran niveles de óxidos de nitrógeno (NOx) superiores al límite de 40 microgramos de dióxido de nitrógeno (NO2) por metro cúbico de aire, que es el máximo fijado en Europa.

Estas medidas ya están empezando a afectar a aquellas marcas alemanas más expuestas a las motorizaciones diésel, como Volkswagen o BMW, que después de la confirmación de fallo de los tribunales, han visto sus acciones caer en bolsa. Y eso que todavía estamos en una primera fase donde muchas administraciones públicas se muestran temerosas de aplicar esta norma por miedo a la repercusión política.

En cuanto se empiece a popularizar, serán cada vez más ciudades las que apliquen una medida destinada a reducir los elevados niveles de las peligrosas partículas que expulsan los motores diésel. Algo que afectará a los planes de compra de muchos usuarios que a pesar de no estar afectados de forma directa por la medida, si pueden temer que esta se ponga en marcha en algún momento en su ciudad. Un efecto psicológico que sin duda ayudará a acelerar la caída del diésel en Europa.

Según un informe de la consultora JATO Dynamics, el pasado año la caída de ventas de los modelos diésel en Europa llegó al 43,8%. Un descenso que ha sido en parte recogida por los vehículos gasolina, que crecieron un 10.9%. Algo que nos indica que muchos usuarios han optado por otro tipo de motores para su nuevo coche.

Ahora se abre un periodo que muchos usuarios afrontan con incertidumbre. Personas que se acaban de comprar un diésel, o aquellos profesionales que podrían verse afectados a nivel laboral por las posibles consecuencias de esta sentencia. Millones de usuarios que no saben que pasará a partir de ahora en su ciudad y que sin duda afectará a las nuevas compras de coches diésel.

Pero lo que está claro es que simplemente la amenaza de que las ciudades puedan en cualquier momento imponer un cierre a los coches diésel, puede ser ya de por si una poderosa herramienta para darle la puntilla a una tecnología extremadamente contaminante y peligrosa, que ha visto caer su cuota de mercado en Europa, pero que todavía mantiene casi la mitad de las ventas.

También será un aliciente extra a unos adormilados fabricantes alemanes que incluso se enfrentan a las amenazas de las ciudades de dejar de comprar sus vehículos si no se ponen las pilas y crean una oferta de modelos eléctricos para el transporte privado y público. Marcas como Mercedes, que a pesar de su ambicioso programa eléctrico continúa con grandes inversiones en los diésel.

Como ejemplo los 3.000 millones de euros que destina al desarrollo de nuevos motores diésel capaces de reducir emisiones medias de óxido de nitrógeno (NOx) a unas cifras de entre 40 y 60 miligramos por kilómetro. Cantidades por debajo de las recomendaciones de Europa, que establece un máximo de 168 gramos por kilómetros, pero como podemos ver, unos números que les colocan por encima del máximo permitido por ciudades como Hamburgo para poder acceder al centro urbano.

Vía | Thelocal

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