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Un poco de historia. «La Cuadra»: la primera marca de automóviles española comenzó fabricando coches eléctricos

La Cuadra es considerada a día de hoy como la primera marca de automóviles de España. Si bien el primer «coche» fabricado en nuestro país fue obra de Francesc Bonet Dalmau, un vallense que en 1894 patentó y construyó un vehículo de tres ruedas del que solo se llegó a hacer una unidad, La Cuadra fue el primer intento español de crear un fabricante de automóviles.

La Cuadra fue obra de Emilio de la Cuadra Albiol, nacido en Sueca (Valencia) en 1859. Este militar y empresario mostró desde joven un gran interés por la electricidad; de hecho, llegó a construir una central eléctrica en Lleida, uno de sus primeros destinados tras graduarse como teniente en la Academia de Artillería de Segovia, llevando allí la luz eléctrica por primera vez.

En 1889 acudió a la Exposición Universal de París (a la que también asistió Francesc Bonet Dalmau), evento en el que quedó completamente prendado de las novedades del incipiente sector automovilístico. La carrera de París-Burdeos-París de 1895, en la que los vehículos participantes cubrieron un total de 1.200 km, fue el empujón definitivo para decidir dedicarse a la fabricación de automóviles.

Así, nuestro protagonista vendió su central eléctrica en Lleida y se mudó a Barcelona, fundando en septiembre de 1898 la Compañía General Española de Coches Automóviles E. de la Cuadra, con sede en la calle Diputación, esquina con Paseo de San Juan. Nacía así la primera marca de automóviles de la historia de España.

Debido a su amplia experiencia en el terreno de la electricidad y al hecho de que Bonet había obtenido la exclusiva en la fabricación de vehículos con motores de combustión en 1894, de la Cuadra decidió centrarse en la producción de vehículos automóviles eléctricos, contemplando la construcción de un coche, un camión y un ómnibus.

Desafortunadamente, las baterías de los primeros prototipos se agotaban con demasiada rapidez (duraban entre 4 y 5 kilómetros) debido al elevado peso de los vehículos, por lo que terminaron desguazados. Para tratar de solucionar este problema, de la Cuadra probó a instalar un motor de explosión que accionaba un grupo electrógeno, el cual a su vez cargaba las baterías, pero los problemas no se solucionaron.

Uno de los colaboradores de de la Cuadra, el ingeniero suizo Carlos Vellino, propietario de una fábrica de acumuladores eléctricos en Barcelona, propuso la instalación de un tipo de acumuladores especiales de bajo peso con el objetivo de no cargar en exceso los vehículos, pues las baterías convencionales empleadas en la época tenían un peso muy elevado.

El primer pedido que recibió La Cuadra fue un ómnibus eléctrico encargado por el Hotel Oriente de Las Ramblas, que lo quería emplear para ir a buscar a sus clientes a la Estación de Francia. Este ambicioso modelo de 5,5 metros de largo, 2,2 metros de anchura y 3 metros de anchura debería ser capaz de transportar a 20 personas y contaría con alumbrado eléctrico exterior e interior, cortinillas en los cristales, redes para alojar pequeños objetos, un espacio cubierto para cargar hasta 500 kg de equipaje…

Esta mole de 7.000 kg estaría impulsada por dos motores eléctricos de 15 kW cada uno, siendo su potencia total de unos 43 HP. Su velocidad punta sería de 20 km/h, y debería ser capaz de superar pendientes de hasta el 12%. Las estimaciones iniciales de la compañía señalaban que este colosal ómnibus podría venderse por 30.000 pesetas, con un importante margen de beneficio para la empresa.

Para este vehículo Vellino diseñó una batería de acumuladores capaz de suministrar 450 Ah a 110 voltios, estando formada la estructura del acumulador por chapas de madera contrachapada recubiertas por una delgada capa de plomo para aligerar al máximo el peso del conjunto. Además, el ómnibus también contaría con un grupo electrógeno impulsado por un motor de 15 HP para cargar las baterías en los trayectos más largos.

Sin embargo, en la práctica la batería de acumuladores diseñada por Vellino no funcionaba correctamente, y con el tiempo en los talones, propuso contratar a un joven ingeniero de 21 años llamado Marc Birkigt para que afinara el funcionamiento del sistema. A pesar del buen trabajo de Birkigt, el acumulador gigante no llegó a funcionar, por lo que finalmente se tuvieron que montar baterías convencionales.

En agosto de 1900 se convocó a la prensa para realizar la presentación oficial del ómnibus, siendo el objetivo mostrar el vehículo en el exterior de la fábrica para después realizar un viaje de demostración en la carretera de Vic. Aunque el ómnibus arrancó y salió de las instalaciones, tras recorrer apenas unos metros se paró y no volvió a encenderse, por lo que tuvo que ser remolcado para regresar al interior de la planta.

Este duro golpe llevó a la salida de Vellino de la empresa, al nombramiento de Birkigt como Director Técnico, y a la renuncia de La Cuadra a seguir trabajando en modelos eléctricos, pasando a centrarse a partir de ese momento en los vehículos con motor térmico. El ómnibus por su parte terminó quemado en un barco que lo transportaba a Valencia. Aunque también se fabricaron varias unidades del coche eléctrico proyectado inicialmente, se desconoce cuantos ejemplares llegaron a existir.

Birkigt comenzó entonces a diseñar dos motores bicilíndricos para La Cuadra, uno de 4,5 CV y otro de 7 CV. El objetivo inicial era fabricar una primera serie de seis unidades. A pesar de que el modelo de 4,5 CV resultó ser bastante fiable e incluso llegó a ganar una carrera (lo que llevó a la fabricación de varias unidades más), los problemas económicos de la compañía y la huelga general de mayo de 1901 llevaron a que Emilio de la Cuadra presentara en noviembre de ese mismo año la suspensión de pagos.

Los componentes sobrantes fueron comprados por el principal acreedor, J. Castro, el cual creó la marca Castro con la colaboración de Marc Birkigt. En 1904 Birkigt fundó junto con Damián Mateu la histórica firma Hispano-Suiza, todo un icono automovilístico que con el tiempo llegó a rivalizar de tú a tú con Rolls-Royce, convirtiéndose en uno de los fabricantes más prestigiosos del mundo. Emilio de la Cuadra por su parte reingresó en el ejército y fue destinado a Ceuta. Nunca más volvió a participar en ninguna iniciativa empresarial, muriendo en Valencia en el año 1930.

En cuanto a los pocos vehículos producidos por La Cuadra, solo se tienen algunos datos sueltos de ellos. La primera unidad producida, dotada del motor de 4,5 CV, fue a parar a manos del empresario catalán Francisco Seix, que lo utilizó con gran resultado. Otro de ellos fue el primer vehículo matriculado en Lleida, a nombre de Juan Pellisó.

Una de las unidades dotadas del motor de 7 CV continuó a la venta hasta septiembre de 1904, cuando fue adquirida por Javier Olozábal Ramey, siendo el segundo vehículo matriculado en Soria. Este modelo ha llegado en perfecto estado hasta nuestros días (participando incluso en el Rally de Sitges) gracias a que en los años 20 Miguel Mateu lo descubrió en una romería en un pueblo de Soria y lo rescató.

Fuente | AUTOPASION18

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