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La Comisión Europea propone endurecer aún más los objetivos de emisiones de 2030

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto un nuevo endurecimiento de los objetivos de reducción de emisiones de dióxido de carbono en la Unión Europea: en lugar del 40% respecto a los niveles de 1990 previsto inicialmente, quiere que la reducción sea de al menos el 55%, algo que ha puesto a los principales actores de la industria en alerta.

En la práctica, esto significaría que la media de emisiones de los coches vendidos en el viejo continente tendría que ser de 47,5 gramos por kilómetro en lugar de los 59,37 gramos por kilómetro contemplados actualmente. Esto supondrá reducir a la mitad el objetivo de emisiones de 2021 (95 gramos por kilómetro de media).

La reacción de parte de la industria ha sido poner el grito en el cielo, denunciando que estos objetivos en la práctica precipitarán la extinción de los coches térmicos (gasolina y diésel) e incluso de los híbridos, pues los fabricantes tendrán que reducir drásticamente su producción y pasar a fabricar en masa vehículos 100% eléctricos para poder cumplir con las nuevas normativas.

Aunque virtualmente los híbridos enchufables podrían salvarse de la quema (muchos de ellos homologan menos de 47,5 gramos de dióxido de carbono por kilómetro), lo cierto es que también se encuentran en el punto de mira: a partir de 2021, la Unión Europea controlará en tiempo real las emisiones de este tipo de vehículos, pues es por todos sabido que en muchos casos los propietarios no recargan sus baterías y siempre se desplazan en modo térmico.

Esta propuesta ha sido recibida como un jarro de agua fría en algunos sectores: mientras que la asociación de fabricantes de automóviles en Alemania ha declarado que se opondrá frontalmente al endurecimiento de los objetivos de emisiones, algunos medios especializados han acusado a las autoridades europeas de querer acabar con el coche en propiedad o incluso de poner la zancadilla a la industria del viejo continente.

Sin embargo, en la práctica las medidas propuestas por la Unión Europea deberían permitir a la industria automovilística local volverse más competitiva, pues para asegurar su supervivencia tendrá que realizar una ingente inversión en tecnología eléctrica, lo que a su vez cimentará su futuro frente a la cada vez más feroz y avanzada competencia china. Por otro lado, una mayor apuesta por el coche eléctrico permitirá reducir antes sus costes de producción, haciéndolo accesible al grueso de la población, pues, como es evidente, la industria europea no puede vivir exclusivamente del car sharing como afirman algunos.

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