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Transportar hidrógeno cuesta hasta un 30% más que transportar electricidad

La movilidad está inmersa en una profunda revolución tecnológica cuyo fin último es mitigar el cambio climático y reducir la contaminación. A los tradicionales modelos gasolina y diésel le han salido numerosas alternativas, unas mejores que otras. Dentro del fondo Next Generation EU, encontramos la potenciación de modelos híbridos, GNC/GLP, eléctricos a batería y de pila de combustible.

Dentro de esta revolución, existen grupos automovilísticos que planean seguir usando los motores de combustión, ya sea con combustibles fósiles o sintéticos, combustible gaseoso o líquido o combinándolos con sistemas de propulsión eléctricos. Para otras marcas, los modelos 100% eléctricos y de hidrógeno son la única opción con futuro.

Mientras que los modelos eléctricos crecen con fuerza en España (aunque no con tanta fuerza como quisiéramos), los modelos de hidrógeno aún se encuentran en la fase en la cual estaban los eléctricos hace escasos años: «son muy caros, no tengo dónde repostarlo, qué pasa si quiero viajar…»

Pero, además de estas dificultades (que se pueden resolver con relativa facilidad) existe otra, y es que los coches de hidrógeno cuestan sobre un 30% más que los modelos eléctricos equivalentes, y hasta un 180% más que los modelos convencionales de combustión.

Hyundai Nexo bate record autonomía coche hidrógeno

El conocido «hidrógeno verde» se genera en un proceso en el cual se emplea energía renovable. Después, se comprime y se transporta hasta las hidrogeneras. Podemos decir que el proceso consiste en transformar electricidad en hidrógeno y después volver a transformar ese hidrógeno en electricidad. El bajo rendimiento de este proceso implica que su coste se eleve.

El precio de los vehículos con pila de combustible también es bastante elevado, ya que se requiere mucha tecnología para el almacenamiento a muy alta presión del hidrógeno, junto con su posterior transformación. Aún así, los modelos de hidrógeno tienen dos ventajas, ventajas que no son nada despreciables: tienen una autonomía superior a la de los modelos eléctricos y, además, son capaces de recuperarla en cuestión de pocos minutos.

En el mundo de la automoción, los modelos eléctricos a batería (BEV) ya son una opción real y viable a dia de hoy. En el mundo del ferrocarril, ya lo es el el hidrógeno. En la aviación, no lo es ninguna, más allá de pequeños conceptos y pruebas a pequeña escala. Cada medio de transporte es diferente, y sus requerimientos también lo son.

En lo relacionado al hidrógeno en el mundo ferroviario, existen modelos que ya están en fase comercial, como el popular automotor Coradia iLint de Alstom. Este tren tiene el mismo tamaño que un modelo diésel convencional, la misma autonomía y se reposta en el mismo tiempo. Sin embargo, un tren diésel cuesta en torno a 3.5 millones de euros y uno de hidrógeno, más de 6.2 millones.

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Fuente | El Economista

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