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Cortes de suministro en China impiden recargar a veces los coches eléctricos, ¿pasaría en España?

Paradójicamente, ha sido China uno de los países que más está apostando por los vehículos eléctricos. Las imágenes de nieblas de humo en las grandes ciudades, con una calidad de aire ciertamente insalubre, espolearon una política de incentivar la electromovilidad a marchas forzadas. Ya hay en el país asiático más de seis millones de vehículos a baterías circulando.

Últimamente ha sucedido que en al menos 10 provincias de China hubo cortes eléctricos en hora punta, impidiendo la recarga de vehículos eléctricos o ralentizando su ritmo. La causa hay que buscarla en la particular política energética de China, que ha desplegado muchas centrales térmicas como solución rápida al incremento de demanda de electricidad, pero que emiten mucho dióxido de carbono (CO2).

Las centrales eléctricas de carbón han tenido que ralentizar o parar su producción para cumplir con los objetivos de emisiones, por lo que puntualmente no se ha podido atender a toda la demanda. Esto ha afectado también a diversas industrias, no solamente a los puntos de recarga, por lo que hablamos de una consecuencia, no de una causa.

A la pregunta evidente de «¿eso pasaría en España?», la respuesta corta es «no». Veamos la respuesta de forma más pormenorizada.

Hace 10 años, en 2011, el sistema eléctrico de España podía admitir unos tres millones de coches eléctricos cargando simultáneamente por las noches. Según datos de Red Eléctrica Española, cada millón de coches eléctricos supondría un incremento en la demanda del sistema del 1%. Tomemos esos datos con cautela, casi todos los vehículos de hace 10 años no cargaban a ritmos elevados.

Actualmente, el sistema español puede soportar 10 millones de coches eléctricos, al menos la red de alta tensión y considerando la capacidad del sistema en su conjunto. Ahora bien, si esos 10 millones de coches cargasen a la vez, a máxima potencia, y en hora punta, sí que habría problemas. Por razones obvias, hablamos de un escenario improbable.

El año pasado, nuestro país tenía una capacidad de generación de 110.000 megavatios de potencia, situándose el máximo de la demanda en 40.000 megavatios (2019). Consideremos que la potencia máxima no puede alcanzarse siempre, sobre todo hablando de las renovables: tiene que haber agua en los embalses, lucir el sol, soplar el viento o haber corrientes marinas. Por eso el sistema está sobredimensionado.

La inmensa mayoría de los usuarios de vehículos eléctricos recargan de noche y con potencias modestas, eso no tiene ningún problema

El quid de la cuestión está en la red de media y baja tensión, ahí es donde el sistema empieza a tener embudos de oferta. Los puntos de recarga rápida o superior, ya superando los 50 kW de potencia, comprometen más la estabilidad del sistema eléctrico que las recargas de nivel 1 o domésticas. En teoría, las compañías eléctricas saben la demanda máxima que pueden tener en base a la potencia contratada de los abonados. Esa demanda máxima es teórica, no se usa el 100% de dicha potencia más que puntualmente, y si llega a ocurrir tal cosa.

El sistema eléctrico tiene margen para mejorar las conexiones de media y baja tensión según se van instalando puntos de recarga que superen las potencias habituales de los abonados

Ese sistema de medición tiene sus imperfecciones, ya que los enganches ilegales a la red están fuera de ese cálculo. Se han dado casos de problemas de suministro en zonas donde, por ejemplo, se han instalado plantaciones ilegales de marihuana con una gran demanda de electricidad. No pasaban precisamente por contadores y contratos legales, afectando a los abonados de la zona que sí pagan su factura.

Volviendo a la pregunta inicial, el sistema eléctrico chino no es como el nuestro. En España disponemos de capacidad de generación base con las térmicas que quedan y la nuclear. Las renovables generan lo que generan, a veces pueden superar la demanda del sistema (aporte máximo registrado del 75,97% de éolica en el mix) y hay que «desenchufar» algunos molinos eólicos. Y como solución de último recurso tenemos las centrales de gas natural, las principales responsables del aumento salvaje de precios de la electricidad en el mercado mayorista, por el creciente precio del gas y los derechos de emisión de CO2 -hablando en plata, el que contamina, paga-.

Parque eólico de Endesa
Parque eólico de Endesa

El sistema eléctrico español juega con ventaja respecto al despliegue de vehículos eléctricos. La capacidad va por delante, la red también. Las ventas de coches eléctricos (híbridos enchufables y a baterías) siguen a un nivel perfectamente aceptable, y aunque estuviesen al rojo vivo, seguiría siendo tolerable. En el supuesto teórico de mercado español a tope, más de 1,5 millones de unidades al año, y aunque todos fuesen enchufables, seguiría siendo digerible.

La solución definitiva al problema de los apagones se encuentra en las redes inteligentes. Dicho de otra forma, cuando el sistema no tiene problemas en atender la demanda, los cargadores pueden funcionar a toda máquina. Cuando la red empieza a sufrir una mayor demanda en horas punta, los cargadores pueden ralentizar su ritmo. Es más, pueden funcionar marcha atrás, es decir, verter al sistema energía de las baterías de vuelta para aguantar el pico de demanda. La gracia de hacer esto es beneficio económico, la energía vertida se paga más.

En consecuencia, los vehículos eléctricos pueden hacer mucho más por estabilizar el sistema que por el contrario, si hay redes inteligentes. Pensemos en la capacidad acumulada de todos los vehículos eléctricos que están cargando a la vez, es fácilmente la potencia de una central eléctrica de cierta envergadura. Pudiendo verter energía de vuelta, no hay problema, si todos cargan a la vez en horario de máxima demanda, es cuando habría problemas. Pero, como hemos visto, es un supuesto teórico.

Supercargadores Tesla

Puede que en algún lugar puntual, y de forma anecdótica, haya algún punto de recarga que limite su potencia. La solución pasa por colocar baterías de respaldo intermedias que hagan de colchón o buffer, como la solución que E.ON y Volkswagen han puesto en marcha en Alemania: sus cargadores rápidos obtienen energía de la red a un ritmo más lento, van llenando unas baterías, y son estas las que proporcionan la energía a los vehículos.

Y hasta aquí la respuesta larga.

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