La idea era rebajar en 20 céntimos por litro el combustible de automoción desde el 1 de abril al 30 de junio, pero el Gobierno de España se ve obligado a mantener la ayuda durante todo el verano. El importe de la ayuda, 15 céntimos por litro del Estado y 5 de las gasolineras, ha sido engullido por el precio de la materia prima, el combustible refinado.
La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica y para el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha precisado que no va a cambiar el mecanismo de la ayuda, será universal, así que cualquiera que se pase por una gasolinera a echar combustible recibirá el descuento in situ, las pase canutas para llegar a fin de mes o no necesitando la ayuda en absoluto.
Se baraja el 30 de septiembre como el último día de la ayuda al combustible, con un coste nada desdeñable para las arcas públicas, son miles de millones de euros que se dejan de recaudar. En marzo de este año, antes de la entrada en vigor del descuento, cada litro de gasolina (a 1,789 euros) tenía un 44% de impuestos, cada litro de gasóleo (a 1,758 euros) un 39%.
¿Por qué esa diferencia? El no-aplicado «impuesto al diésel», que se barajó en 2018 -antes del Gobierno del PSOE/Podemos- para equilibrar la carga fiscal de ambos combustibles y que nadie se ha atrevido a implantar por costes políticos más que previsibles. La gasolina se consume mucho menos cada mes en términos absolutos, pero cada vehículo gasolina consume más litros que uno Diesel siendo estos totalmente equivalentes.
En otras palabras, si el Estado estaba recaudando 78,3 céntimos por litro de gasolina y 68,4 céntimos por litro de gasóleo, rebajándolo en 15 céntimos se minora la recaudación significativamente. Hay dos impuestos básicos a los hidrocarburos, el IEDH, que es por litro repostado, y el 21% IVA, que se suma al total. Desde septiembre de 2012 el IVA está al 21% en España, previamente estaba al 18%.
El consumidor de combustibles fósiles encontrará un pequeño alivio en el camino de los 2 a los 3 euros por litro, al que muchos expertos apuntan que vamos a llegar, independientemente de su nivel de renta. El máximo beneficio lo tendrán los usuarios de vehículos de mayor consumo, normalmente de rentas altas. No se ha encontrado un sistema para poder hacer la distinción entre clientes «pobres» y «ricos». El GLP es el gran beneficiado, el descuento lo deja en unos 80 céntimos por litro -la diferencia relativa es superior-.
Tal vez una forma efectiva de conseguirlo habría sido ligar cada recibo de combustible -que forzosamente ha de hacerse con dinero «A»- a un número de DNI, y en la declaración de la Renta 2022 recuperar la diferencia de aquellos que objetivamente no hayan tenido ningún problema de ingresos durante el ejercicio. Seguramente sería lo más justo y equilibrado desde el punto de vista fiscal, que los conductores «ricos» sufragasen parte de la ayuda a los conductores «pobres».
El fenómeno del combustible disparado es planetario, aunque se nota mucho menos en países productores en vías de desarrollo con una carga fiscal nula o subvencionada
Paralelamente, ha entrado en vigor el «tope del gas», al que en su primer día de aplicación no le han favorecido las matemáticas: lo que se deja de pagar por un sitio, se paga por otro, y el descuento ha sido de un mero 5% efectivo. A lo largo de los siguientes días veremos si ha sido una buena idea o no, y esto ya afecta a los que meten enchufes y no mangueras a sus coches. La electricidad sigue alegremente por encima de 200 euros/MWh en el mercado mayorista.
Sea como fuere, el verano será muy caliente además de en lo evidente en lo económico: por un lado, hay unas ganas como nunca de disfrutar sin restricciones de movilidad ni sanitarias, pero por otro, los precios están disparados. El verano es la época en la que más combustible se consume. Según los datos de CORES, en abril el consumo de combustibles fue equivalente al de marzo de 2021, no bajó nada. A ver qué ha pasado en mayo, y qué pasará junio, con los precios aún más altos.
