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Falta capacidad de refino. Gasolina y gasóleo están en máximos históricos, y mañana será peor todavía

En el plazo de dos años hemos pasado de una situación en la que casi nadie tenía la necesidad de repostar a otra bien distinta en la que es un lujo repostar. Las barreras de precio psicológicas están cayendo en gran parte del mundo: gasolina a 2 euros el litro, gasóleo a 2 libras el litro, galón de gasolina a 6 dólares… Eso ahora, mañana será todavía peor.

¿Por qué está el combustible tan caro, aunque el barril de petróleo no esté en máximos? La respuesta más breve que se puede dar es que falta capacidad de refino, los vehículos no funcionan con petróleo crudo. Gasolina, gasóleo, GLP, alquitrán… son derivados del petróleo y son separados unos de otros en las refinerías. Hemos llegado a donde hemos llegado como el resultado de una tormenta perfecta.

Cada día que pasa tiene más sentido comprarse un coche eléctrico si pensamos con la cartera y la calculadora. Aunque la electricidad también ha experimentado un gran incremento, los eléctricos son -como mínimo- el doble de eficientes que los térmicos, así que incluso considerando que la fuente energética tiene el mismo precio por kWh, los eléctricos consumen menos dinero.

Futuros de barril Brent desde 2016 a 2022 – Fuente: Investing.com

¿Cómo hemos llegado a esta situación?

El barril de petróleo es solo una de las componentes del precio que acabamos pagando en el surtidor. El barril Brent -de referencia en Europa- rascó los 140 dólares en marzo, poco después de comenzar la invasión de Ucrania. Sí, he hablado de dólares, así que hay que tener en cuenta la conversión dólares-euro, y la divisa estadounidense está apreciadísima en los últimos meses. Para no desviarme mucho del tema, os remito a una explicación de un economista.

En la anterior crisis, la de 2008, en el peor momento el barril de petróleo tuvo una equivalencia inferior a 100 euros en Europa. Ahora mismo 140 dólares son casi 131 euros al cambio (+31%). Es más, si miramos la cotización del Brent en los últimos meses, el impacto de la crisis de Ucrania lo podemos hasta descontar. Sigue la tendencia alcista que había anterior a la entrada de los tanques rusos en la patria de Zelenski.

Sí, esto venía de atrás, así que si queremos buscar un culpable con nombre y apellidos no es Vladímir Putin. No es el causante del problema, lo ha empeorado, pero ya estaba ahí. Hay una tendencia clara del crecimiento del precio del barril Brent que comenzó en diciembre de 2021. ¿Y como cuánto de atrás viene esto? Seremos más precisos si hablamos de 2015, cuando se pactó el Acuerdo de París de reducción de emisiones de carbono con vistas al año 2050.

A la industria petroquímica se le trasladó un mensaje alto y claro: su negocio tenía una fecha de caducidad a largo plazo porque produce emisiones de efecto invernadero. Esto tuvo un impacto en aquellas inversiones que tienen un retorno a largo plazo, como refinerías. No tiene mucho sentido dedicar ingentes cantidades de dinero en algo que en el futuro apenas va a tener valor o retorno. Tomaron nota.

Las «malvadas petroleras» están diversificando su negocio hacia las energías renovables, lo cual tiene obviamente su parte buena, pero la parte mala es que la capacidad de refino es como la goma de un tirachinas que se va tensando: aguantará un tiempo, hasta que haya un problema mayúsculo. El problema mayúsculo se llama pandemia de COVID, entre 2019 y 2022 las industrias del mundo han tenido que parar y no han recuperado toda su actividad. La demanda está por encima de la oferta con el despertar del consumo post pandemia.

Estamos siendo víctimas de las políticas de reducción de emisiones, que cuando se redactaron no tuvieron en cuenta tantos desastres uno detrás de otro

Llegados a este punto, nos encontramos con una realidad incómoda: a falta de inversiones, la capacidad de refino no solo ni aumenta ni se mantiene, sino que va menguando. Se forma un cuello de botella. Dado ese cuello de botella, el impacto de medidas como liberar reservas estratégicas de crudo o que la OPEP se ponga a soltar barriles a mansalva llega a ser… simplemente inapreciable. Siendo la oferta limitada y la demanda la que es, ocurre lo que tiene que ocurrir, el precio se dispara.

Y con los precios disparados, los gobiernos tienen un margen de actuación muy escaso. Multitud de países han congelado impuestos a los hidrocarburos mediante distintas fórmulas -en España, nos dejan de cobrar 15 céntimos por litro vía impuestos-, pero el quid de la cuestión sigue siendo el precio del combustible ya refinado. También estamos saboreando las mieles de la externalización del refino a terceros países.

Por ejemplo, en la India se están forrando con esto. De forma muy resumida, los indios compran a los rusos el petróleo que no queremos -por estar manchado con sangre ucraniana-, lo refinan, y nos lo venden caro a los europeos. Si hacemos un símil con el fútbol, es como meternos goles en nuestra portería. Aunque acaben suprimiendo los impuestos al combustible, la subida del producto de origen -ya refinado- se acabará comiendo la diferencia. El descuento de 20 céntimos por litro ya se ha anulado por la subida del combustible.

En otras palabras, estábamos en una situación de equilibrio propia de un funambulista que va de un edificio a otro sobre una cuerda floja sin arnés, que todo va bien hasta que viene una racha de aire. El banco de inversión Goldman Sachs predice que el petróleo refinado va a seguir escalando, tal vez tocando techo en el verano -donde se da la máxima demanda-, pero que a finales de año puede ser un tercio superior a los precios actuales.

¿Cuánto pueden seguir subiendo los precios?

Dando por válida esa previsión, vamos a calcular eso en dinero contante y sonante. En GlobalPetrolPrices vemos una media de 2,076 euros por litro de gasolina, 1,945 euros por litro de gasóleo y 1,017 euros por litro de GLP; esto sin añadir el descuento estatal. Si les añadimos un 34%, nos quedarán 2,78 euros/litro de gasolina, 2,6 euros/litro de gasóleo y 1,36 euros/litro de GLP. Esto del coche eléctrico ya no tiene tan mala pinta, oiga.

Cuando el precio de la gasolina es tan elevado, se produce una destrucción permanente de demanda

Lo dije hace 10 años, y lo digo ahora, moverse en un coche eléctrico nos permite movernos en el mejor caso por la octava parte de coste respecto a usar gasolina, y en el peor por la mitad -recargando en casa-. Al precio del combustible refinado al nivel que está, los cargadores de pago ya no son tan caros, y nos queda como excepción la recarga ultrarrápida sin un plan de precios favorable.

Con un consumo de 20 kWh/100 km -que es mejorable-, recorrer 100 kilómetros con un precio de 79 céntimos por kWh (IONITY sin suscripción) nos costará 15,8 euros. Por el mismo precio podremos comprar ahora mismo 7,6 litros de gasolina sin descuento, o con descuento, 8,4 litros, cantidades más que suficientes para recorrer 100 kilómetros con un coche de tamaño medio y motor de 2 litros o inferior. Dados estos números, agarra la calculadora y echa tus cuentas.

¿Cuánto puede resistir tu bolsillo este alza de precios? Actúa en consecuencia.

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