
Cómo las guerras arancelarias están impulsando las baterías de sodio
Las baterías de sodio, más seguras y baratas que las de litio, están ganando terreno en sectores industriales y centros de datos. Empresas como Natron Energy ya las producen a escala en EE. UU., con planes de expansión multimillonarios. Su bajo coste, independencia del grafito chino y rápida descarga las hacen ideales para un futuro energético más diversificado.

La idea de utilizar sodio para fabricar baterías no es nueva. Durante décadas, el sodio ha sido un candidato atractivo por su bajo coste y abundancia, pero su menor densidad energética frente al litio lo relegó a un segundo plano. Sin embargo, la creciente demanda de almacenamiento energético, la presión sobre las cadenas de suministro globales y las tensiones comerciales iniciadas por la administración Trump, han propiciado que esta tecnología subestimada esté ganando protagonismo rápidamente.
Natron Energy es una de las pocas compañías que fabrican baterías de sodio a escala industrial y la única en Estados Unidos, es un ejemplo de esta nueva ola. Fundada a partir de la tesis doctoral de Colin Wessells en 2012, la empresa inauguró su primera planta en Holland, Michigan, en abril de 2024, con una inversión de 40 millones de dólares para adaptar una instalación existente valorada en 300 millones.
Con una capacidad proyectada de 600 MWh anuales para finales de 2025, Natron espera alimentar con sus baterías a ciudades del tamaño de San Diego. Además, planea una megafábrica en Carolina del Norte valorada en 1.400 millones de dólares (1.310 millones de euros), que multiplicaría por 40 su capacidad de producción.

Estas baterías, más seguras y económicas que las de litio, se están posicionando como solución ideal para centros de datos y entornos industriales, donde el tamaño o el peso de la batería no son factores tan críticos.
Según Bloomberg, las baterías de sodio podrían alcanzar el 15% del mercado de almacenamiento energético en 2035, frente al escaso 1% actual. Su capacidad de descarga ultrarrápida, esencial en cortes de energía, las hace especialmente útiles para sistemas críticos. Una batería de Natron puede descargarse en solo dos minutos, frente a la hora que puede tardar una de litio.
Un mercado energético en transformación ante los desafíos del litio

El auge del sodio también responde a incertidumbres geopolíticas. En 2022, la subida del precio del litio desató una carrera por alternativas más sostenibles. China, que refina la mayoría del litio y produce casi todo el grafito utilizado en baterías, domina la cadena de suministro.
Pero han sido las barreras arancelarias, como las impulsadas por la administración Trump, y la posibilidad de restricciones a la exportación de grafito, las que han acelerado el interés por tecnologías alternativas.
Las baterías de sodio, que emplean carbono duro en lugar de grafito, suponen una opción estratégica. Además, su bajo riesgo de inflamabilidad —pueden almacenarse sin carga— y su robustez las hacen atractivas para sectores como la defensa, la industria del gas y petróleo, herramientas e incluso vehículos eléctricos.

En Estados Unidos, Natron ya envía unidades a clientes en estas industrias y espera comenzar el envío comercial a gran escala a finales del segundo trimestre de 2025.
Aunque sus baterías tienen menor densidad energética que las de litio, Natron confía en reducir los costes a la mitad con su futura planta en Carolina del Norte.
En paralelo, China está incorporando baterías de sodio en vehículos eléctricos de bajo coste, como los producidos por Yiwei, filial del grupo JAC (respaldado por Volkswagen), con precios desde poco más de 6.000 euros y autonomías de hasta 230 km.
Aunque se espera que el litio mantenga el liderazgo en automoción y dispositivos móviles, el sodio ha demostrado ser una alternativa sólida para aplicaciones específicas, marcando el inicio de un mercado energético más diverso y resistente, e impulsado involuntariamente por los aranceles y las guerras comerciales que han provocado los mismos.