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Espacio Nissan: Pasarte al coche eléctrico te evitará estos problemas

Los coches eléctricos no son el futuro: son el presente. La transición entre el coche de motor tradicional hacía el vehículo con propulsión eléctrica es una realidad innegable. Por eso, tanto los usuarios de los automóviles como los talleres mecánicos, han de adaptarse a la hora de entender y manejar un calendario de pautas o rutinas respecto del mantenimiento para los coches eléctricos.

La implantación de los vehículos eléctricos supondrá que, poco a poco, vayamos olvidándonos de ciertas acciones en el cuidado de los coches como, pueden ser, desde cambiar las bujías hasta la costosa operación de la sustitución de la correa de distribución. Además, hay que tener en cuenta que algunos descuidos o conductas poco saludables para prolongar la vida útil de un coche con motor diésel o de gasolina, pueden suponer averías costosas como la que se sufre cuando la correa de distribución se rompe.

Por lo tanto, los dueños o usuarios de coches eléctricos, como el Nissan LEAF, ya pueden olvidarse de una serie de puntos de mantenimiento que no tendrán que realizarse en sus automóviles por la propia naturaleza que los vehículos eléctricos tienen.

Cambios de aceite y filtros

Al igual que hacemos en nuestras vidas, el mantenimiento de los coches requiere una atención habitual de aspectos como la lubricación y, con ellas, los filtros correspondientes.

Un coche eléctrico cuenta con un motor que no necesita la lubricación por aceite, como ocurre en los coches con motor tradicional. Esto significa que no hay pasar por el taller cada 7.000, 10.000, 15.000 o 20.000 km… para cambiar el aceite, ya que un coche eléctrico no necesita lubricante ni su correspondiente filtro.

Tampoco cuenta con filtro de la gasolina o del gasóleo, ni tampoco con filtros de aire que eviten la introducción en las cámaras de combustión de elementos dañinos, ya que el trabajo de un motor eléctrico prescinde de la combustión para generar energía.

Errores de repostaje diésel o gasolina

Algo que nunca ocurrirá. El coche eléctrico utiliza la electricidad que toma de la red eléctrica o, mejor aún, regenera durante su uso.

Su fuente de alimentación es clara y no da lugar a duda, lo cual puede suponer una gran ventaja a la hora de recargar sus baterías ya que nunca se podrá dudar cómo recargar los acumuladores. Sencillamente, hay que conectar el vehículo a la red eléctrica.

Los coches con motores tradicionales necesitan gasoil o gasolina, siendo incompatibles entre sí. Es decir, un motor de gasolina no trabaja con gasóleo pero, aún peor, un motor gasóleo puede sufrir una importante y cuantiosa avería si se reposta gasolina y se arranca el motor. La gasolina, en primera instancia sí pasaría a las cámaras de combustión del motor de gasóleo provocando importantes destrozos. Y, créelo, son muchas las averías que se producen al año por este tipo de incidente.

Cambios de bujías o de bujías de precalentamiento

Cuando hablamos de “hacer saltar la chispa” que arranca un coche con motor térmico no es una metáfora. Es un proceso que se inicia en la cámara de combustión cuando la mezcla de combustible y aire prende gracias a la electricidad que genera la bujía de encendido.

Estas bujías no solo hay que cambiarlas, dependiendo del vehículo, su actividad y del fabricante, con un rango de sustitución que oscila entre 20.000, 30.000 o hasta 60.000 km. Un funcionamiento incorrecto por deterioro o defecto, puede provocar una pérdida de potencia del motor o un aumento en el consumo de combustible, sin olvidar que el hidrocarburo no se quema de forma correcta lo cual puede suponer una producción de gases tóxicos que deteriore el catalizador o el filtro de partículas.

Pero los coches diésel no quedan exentos de tener problemas con las bujías. En el caso de los automóviles de gasóleo, hablamos de las bujías de precalentamiento. Aquellas que permiten establecer una temperatura ideal para que el gasóleo pueda consumir.

Igualmente, sufren deterioro y necesitan ser sustituidas. En el peor de los casos, podrían causar fallos en el arranque del vehículo o, directamente, evitar que el motor se ponga en marcha.

Un coche eléctrico no arranca, se enciende. Por ende, no necesita bujías de ninguna clase.

Gases contaminantes y problemas con las emisiones

Un coche de gasolina o diésel emite gases tóxicos a la atmósfera. Un coche eléctrico, en su funcionamiento, no, por la sencilla razón de que no se produce expulsión de ningún residuo nocivo.

Además del perjuicio directo que esto supone para la salud y para el entorno, no podemos olvidar que, uno de los puntos estrella en la revisión de la nueva ITV, es la de los gases tóxicos. Un fallo en los filtros de partículas, también conocidos como FAP, en el catalizador o, incluso, desperfectos por deterioro en el sistema de escape, pueden conllevar una evaluación desfavorable de la inspección, obligando a subsanar los fallos acudiendo a un taller que los solvente.

El coche eléctrico no emite gases, no puede sufrir ninguno de estos quebraderos de cabeza.

Ruidos molestos y vibraciones del motor

Las vibraciones propias de la combustión de la gasolina o del diésel provocan movimiento en el vano motor que se transmiten al coche. Según aumentan lo kilómetros, los años y, dependiendo de las condiciones de mantenimiento del coche, los soportes del motor se deterioran. Esto provoca importantes e incómodas vibraciones y traqueteos.

El motor de los coches eléctricos genera su trabajo que dirige a las ruedas sin combustiones, ni movimientos, es prácticamente inaudible. Todo esto aporta una sensación mejorada en el confort y la habitabilidad gana calidad gracias a un ambiente libre de vibraciones o ruidos.

Correa de distribución

Como te decíamos, los motores de los coches eléctricos se alejan del esquema tradicional que los motores de combustión nos han enseñado en las últimas décadas. Por ejemplo, el cambio programado de la cadena de la distribución, un punto que no aparece en la lista de tareas en el mantenimiento de los coches eléctricos ya que no cuenta con ella.

En líneas generales, los coches tradicionales han necesitado la sustitución del conjunto total de los diversos elementos que forman el sistema de distribución del automóvil.

Su cambio es una acción preventiva cara. Pero, en el peor de los casos, la rotura del sistema de distribución es una de las peores averías que puede padecer un coche. De entrada, porque su deterioro no muestra síntomas apreciables, podríamos decir que no avisa. Por ello es necesario hacer un cambio según el programa de mantenimiento de cada fabricante. Aproximadamente, suele ser cada 120.000 km, o a los 10 años, si no se llega a ese kilometraje.

Dada la peor de las situaciones, si la correa de distribución se ha roto, se desencadena una sucesión de fallos de motor y desperfectos que puede suponer unos daños casi irreparables.

Los automóviles eléctricos carecen de distribución. No puede sufrir esta avería ni, por lo tanto, requieren la sustitución rutinaria de la cadena. Hablamos, por lo tanto, de evitar uno de los puntos de mantenimiento más caros o de las averías más costosas que sufren los vehículos diésel o gasolina y que no padecerá un coche eléctrico.

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