Muchas veces hemos hablado de la necesidad de reducir la dependencia de Europa del petróleo. Algo evidente que no ha pasado de pequeños gestos por parte de unas administraciones públicas todavía enganchadas a una industria petrolera que recibe miles de millones de euros en incentivos fiscales cada año. Ahora sabemos el impacto que tendría una sociedad europea menos dependiente de este elementos gracias a la enorme suma de dinero que se ahorrarán los estados por la temporal bajada de precios de este combustible.
Así lo ha expresado William Todts, Director ejecutivo de la organización Transport & Environment, que en un artículo publicado ha puesto cifras al enorme peaje que cada año pagamos en Europa por la dependencia del petróleo, y que debería servir de guía para los políticos de la UE de cara a su Plan de Recuperación de la eurozona de cara a la salida de la crisis del coronavirus.
Según las estimaciones, las recientes bajadas del precio del barril de petróleo desde los 70 dólares hasta los 20 dólares, supondrá que Europa se ahorrará unos 100.000 millones de euros este año. Y eso que hablamos de cifras muy lejanas a los máximos a los que ha cotizado el barril, cuando el Brent llegó los 143 dólares en 2008. Un dinero que en lugar de marcharse a los países productores se quedará dentro del sistema y que ayudará a incentivar el ahorro y el consumo.
Por supuesto dejamos de lado la cuestión política y de derechos humanos que en la mayor parte de los estados productores dejan mucho que desear, y que ahora podrán ver mermados sus recursos dedicados a extender su influencia dentro y fuera de sus fronteras por la merma de ingresos provocada por la caída del precio del petróleo.
Para Todts, hay tres conclusiones a esta situación: La primera es que Europa es un espacio enormemente dependiente a nivel energético de los estados productores de petróleo. Algo que nos debilita en el aspecto político al estar siempre a expensas de lo que diga un cartel.
La segunda es que el pesimismo se ha apoderado de un sector petrolero siempre con la sombra de la llegada del Peak oil, que para muchos analistas se ha adelantado unas décadas y que se producido finalmente por un descenso brusco del consumo por el parón mundial provocado por un elemento inesperado, el coronavirus. Algo que acelerará la caída de las inversiones que sumirá a la industria en un círculo vicioso del que será difícil que salgan.
Un tercer factor es que, al tiempo que se produce esta desaceleración, las alternativas ganan cuota de mercado. Las ventas de vehículos eléctricos en Alemania y Francia alcanzaron el 7-9% en los dos primeros meses de 2020, y esto a pesar de que la oferta de vehículos todavía está comenzando a desplegarse en un 2020 que tenía previsto el lanzamiento de una buena cantidad de nuevos vehículos.
Y es que estamos en un escenario donde Europa logrará un ahorro económico enorme por el bajo coste del petróleo. Un ahorro que sería mucho mayor según aumente el precio del barril que pocos dudan que se producirá después del histórico acuerdo entre la OPEP y Donald Trump y que elevaron el precio en 10 dólares el barril en apenas 24 horas.
Podemos imaginar una Europa electrificada, con un nivel de dependencia del petróleo muy reducida, lo que de forma directa supondrá un ahorro de varios cientos de miles de millones de euros en cada ejercicio. Además podemos sumar toda la economía interna que moverá una producción energética propia, como los millones de puestos de trabajo en la instalación y mantenimiento de las energías renovables, la expansión de una red de recarga para vehículos eléctricos, y no nos olvidamos de los costes económicos y humanos de una contaminación que tiene en el transporte su principal fuente, y que lastra las economías por los costes médicos e los tratamientos de las enfermedades pulmonares de millones de europeos.
Un escenario que parece utópico, pero que la crisis del coronavirus ha mostrado que no sólo es necesario, sino que además nos ha ayudado a cuantificar mínimamente el enorme impacto positivo que tendría dar este paso.
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