En 2019 se produjo un frenazo en el crecimiento de la industria del motor mundial, que llevaba 10 años creciendo. Luego vino la pandemia de COVID-19 y en 2020 se puso todo patas arriba. Pero pasó otra cosa también, y es que las ventas de coches con motores convencionales -gasolina y diésel casi todos- llegaron a su máximo histórico en 2018. Según la OICA, el pico de producción de la industria -todo tipo de vehículos- se alcanzó en 2017.
Un estudio reciente de Bloomberg New Energy Finance dice que en 2040 las ventas mundiales de coches serán de eléctricos dos de cada tres. Y que la combustión interna ya va cuesta abajo. Los híbridos no enchufables, aunque tienen motores térmicos, se consideran en un grupo aparte, y los enchufables van en el saco de eléctricos. Los autores del estudio creen que la producción de coches van a irse recuperando del impacto de la pandemia y a superar el récord de 2017 esta década, pero ya con un creciente peso de los electrificados.
Otra conclusión interesante es que incluso para 2040 la cuota de mercado que tendrán los turismos de pila de combustible de hidrógeno será pequeña, a niveles similares a lo que estaban representando los híbridos en años recientes. Solo hay que echar un vistazo a la gráfica. En 2020 se vendieron 3 millones de coches eléctricos, en solo 20 años llegarán a 66 millones.
Pese al impulso de China y la Unión Europea por desterrar progresivamente la combustión interna de las exposiciones de los concesionarios, seguirán haciendo falta coches de combustión interna en países donde no existen normativas tan duras (o no se las pueden permitir). Hoy día hay países del mundo donde se exige un estándar de emisiones como Euro 4, el mismo que entró en vigor en la Unión Europea en 2006.
Es más, en torno a 2040 el volumen de térmicos será muy similar al de híbridos no enchufables. Pese a que existe una necesidad acuciante por reducir las emisiones de carbono, el petróleo o sus sustitutivos próximos van a seguir siendo necesarios para las nuevas ventas. Para hacer caso a los científicos y frenar el cambio climático antropogénico tendríamos que cambiar nuestros estilos de vida radicalmente (y no bastaría que lo hiciésemos solo los europeos).
El quid de la cuestión es el precio de las baterías, el cual determina que un coche eléctrico sea más caro, del mismo precio o más barato que un térmico equivalente. Mientras siguen bajando los precios de cada kilovatio hora, sigue reduciéndose el espacio en precios entre eléctricos y térmicos. En otras palabras, cuando se alcance la paridad en precios el ritmo de adopción de los eléctricos cambiará sustancialmente.
Desde luego la previsión de los países exportadores de petróleo (OPEP) de 2015 no va a acertar. Previeron que en 2040 solo el 14% de las ventas mundiales corresponderían a eléctricos e híbridos, y que en esas fechas el 94% de los vehículos seguiría necesitando petróleo para moverse. Como no vayan corrigiendo esos números, van a tener problemas de envergadura antes de lo que les gustaría.
Eso sí, en 2050 no se habrán erradicado precisamente los coches con motores convencionales, y hay que tener en cuenta que los híbridos -de cualquier tipo- van a seguir necesitando repostar combustible en esas fechas. En algunos países del «primer mundo», pese a todo el pensamiento mágico que hay con las 0 emisiones para ese año, tampoco se van a dejar de usar, aunque hablemos exclusivamente de vehículos históricos.
Al menos en España, en 2050, aunque se dejen de poder utilizar los vehículos con motores con emisiones de carbono (se incluyen híbridos), está previsto que levanten la mano con los históricos, es decir, cualquiera que haya cumplido las condiciones para serlo, entre otras cosas haber cumplido más de 30 años (desde 2018) o que hayan conseguido previamente ese estatus.