A lo largo de este año varios titulares periodísticos nos van haciendo a la idea de que los tres países de Sudamérica con mayores reservas probadas de litio -Bolivia, Chile y Argentina- puedan formar un cártel para controlar los precios de este recurso mineral. Aunque los tres países acumulan el 63% de las reservas probadas de litio, ahora mismo Australia es el principal productor mundial y con una cuota cercana al 50%.
Los citados países latinoamericanos, de formar la «OPEP del litio», mirarían por sus intereses para evitar que el precio de la materia prima baje demasiado por el efecto de la competencia, limitando las cantidades que se exportan para intervenir los precios artificialmente. De no haber cárteles, el precio de las materias primas está más próximo al coste real de la prospección, extracción y exportación.
En un mundo en el que la demanda de litio va a aumentar de forma bestial, que los precios se mantengan altos supone un enorme obstáculo para que las baterías se sigan haciendo asequibles. Solo hay que ver lo que ha pasado con el petróleo desde que la OPEP se propuso castigar a Occidente en 1973 por apoyar a los israelíes: si ellos cierran el grifo, a todo hijo de vecino le costará más repostar, dado su elevado control de la mayoría de las reservas probadas y pozos.
El cártel latinoamericano tiene que salvar unos cuantos obstáculos legales y que se pongan de acuerdo entre ellos. ¿Qué alternativas hay? Perú y Méjico podrían unirse a este cártel mirando por sus intereses, aunque tengan menos litio, 3 millones de toneladas. Si nos vamos fuera de esta zona del mundo, los que acumulan mayores reservas de litio son EEUU (6,8 MT), Australia (6,3 MT) y China (4,5 MT). Solo Bolivia tiene 21 MT, más que esos tres países juntos.
Por pura lógica empresarial, los fabricantes y sus proveedores tratarán de conseguir el litio más barato posible, y a quienes les puedan garantizar un suministro estable. Es una medida anti-cártel, pero una de las más efectivas se prepara a largo plazo como un gigantesco tirachinas: el reciclaje. Empresas como Redwood Materials calculan que pueden recuperar casi todo el litio de baterías usadas a un precio inferior al litio «virgen». Todo lo que se recicla, se deja de sacar de una mina.
En otras palabras, durante un tiempo habrá que pagar el «peaje» del precio que los países productores que intervengan en los precios, que afecta a todo el mundo por contagio en mayor o menor medida, pero a largo plazo, una vez que haya cierto número de unidades circulando, empezará a haber un suministro de litio local reciclable como para depender menos de los mineros y de sus precios. No será renovable, pero sí reciclable una y otra vez. El precio del litio reciclado tirará hacia la baja el litio de mina o salar.
Si fracasa la iniciativa de los países del «triángulo del litio», será más fácil que los precios estén más condicionados al libre mercado que a otra cosa. Al revés, cuantos más países se adhieran al cártel, habrá precios más elevados. Los países sin acceso a este recurso natural y sus empresas deberían tomar nota del recado: deben invertir en reciclaje de baterías a escala industrial. Es lo que les hará ser competitivos.