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Esta batería de agua salada quiere revolucionar los sistemas de respaldo de las energías renovables

La empresa noruega de energías renovables Statkraft, y la startup holandesa de tecnología climática Aquabattery, se han aliado para desarrollar una prometedora batería de flujo que permitirá poner en marcha grandes parques de almacenamiento para dar soporte a las fuentes de energía renovables.

Todos los expertos coinciden en que para lograr la transición energética, es fundamental contar con sistemas de respaldo mediante almacenamiento. Pero los formatos tradicionales de baterías tienen limitaciones en cuanto a capacidad y costes. Algo que las baterías de flujo quieren mejorar.

Statkraft dice que el almacenamiento de energía durante seis horas o más, serán “fundamentales” en la creación de un “sistema energético sostenible y estable” a nivel mundial para apoyar la transición energética y dejar atrás los combustibles fósiles.

El almacenamiento de energía de larga duración se puede utilizar para transferir energía de las horas pico a las horas de baja generación y para aplazar costosas inversiones en infraestructura de red. También puede aliviar la congestión de la red, que es un problema en muchos países hoy en día y dificulta la conexión de las plantas eólicas y solares a la red.

Aquabattery dice que ha diseñado su batería de flujo ácido-base basándose en la «disociación reversible del agua». La batería almacena electricidad en forma de energía química en soluciones ácidas, básicas y de agua salada, que se mantienen en tanques separados. Las bombas hacen circular estos fluidos a través de una pila de energía con electrodos separados por membranas. Las membranas permiten el intercambio iónico entre electrolitos para generar electricidad.

La potencia de salida depende de la superficie de los electrodos, mientras que la duración del almacenamiento depende del volumen del electrolito. Algo que las hace fácilmente escalables o personalizables, siendo el objetivo ofrecer respaldo de 8 o más horas, con capacidad para almacenarla durante días o semanas.

Además, al usar dos materiales abundantes y baratos, sal de mesa y agua, se logra un menor coste de producción, pero también una menor huella de emisiones en su fabricación o futuro reciclado.

Esta alternativa ya ha pasado la fase de desarrollo y ahora comenzará una de prueba que tendrá lugar el próximo año con la instalación del primer sistema en la ciudad holandesa de Delft. Una planta piloto que servirá para investigar la escalabilidad y el rendimiento de la tecnología, así como su viabilidad comercial.

Fuente | Statkraft

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