
El gas natural empieza a retroceder e Europa con el cierre de estaciones de servicio por la falta de clientes
La baja demanda de coches a gas está llevando a algunos operadores europeos a comenzar el repliegue de su red y cerrar las estaciones que tienen en marcha de cara a su completa desaparición a corto plazo.

Noticias que se repiten una y otra vez, y que, sinceramente, a estas alturas ya no sorprenden a casi nadie. La compañía energética austriaca OMV acaba de asestar otro golpe, quizá no mortal, pero sí un claro aviso a navegantes para lo que queda de la industria del gas natural comprimido (GNC) como combustible para vehículos. Después de anunciar hace apenas unas semanas el cierre de sus cinco estaciones de servicio para coches a hidrógeno en Austria por falta de demanda, ahora le toca el turno a las estaciones de gas (GNC): el despliegue se reduce drásticamente de 28 a solo 18 estaciones.
Esto es la confirmación de una tendencia imparable. Si en Austria solo circulan unos 59 coches de pila de combustible (la justificación para cerrar las hidrogeneras es obvia), es cierto que los vehículos a gas tienen una presencia algo mayor, con unas 4.350 unidades en un parque de más de 7,4 millones de vehículos.
No es una base de clientes que te permita mantener una infraestructura cara y compleja, al menos no sin ayuda del estado. Michal Kubinec, responsable del negocio de gasolineras de OMV, lo ha dicho claramente a la «Kleine Zeitung»: «La limitada aceptación de la tecnología del gas natural en comparación con otras formas de propulsión alternativa hace necesario el cierre de puntos de repostaje no rentables.» Y lo más importante: «No esperamos un cambio de tendencia«.
La implacable realidad del mercado

La frialdad de los números es innegable. La OMV cerrará 18 puntos de GNC en 10 ubicaciones no rentables el próximo 30 de junio de 2025. Mientras las grandes petroleras y compañías energéticas invierten miles de millones en la infraestructura de carga para coches eléctricos, el gas y el hidrógeno languidecen.
Y es que, seamos honestos, la situación es lógica. ¿Qué futuro le espera a una tecnología que requiere una infraestructura de repostaje específica y cara, cuando la alternativa eléctrica se está volviendo cada vez más accesible y ubicua? El boom del vehículo eléctrico de batería es una realidad innegable. Los precios están bajando, la autonomía aumenta a pasos agigantados y la red de recarga crece exponencialmente, ya no solo en las grandes ciudades, sino también en las principales rutas y destinos.
El presente y el futuro es eléctrico

Mientras los defensores del GNC se aferran a sus pocos miles de vehículos, y los entusiastas del hidrógeno sueñan con una red de repostaje que parece una utopía inalcanzable a corto y medio plazo, la OMV, como otras tantas empresas con visión de futuro, lo tiene claro: la expansión de su marca eMotion para estaciones de carga de coches eléctricos es la prioridad. Su objetivo es tener hasta 5.000 puntos de carga eMotion operativos en Austria, Rumanía, Eslovaquia y Hungría para 2030.
Esto, señores, no es una casualidad. Es la cruda realidad del mercado. La inversión fluye donde hay negocio, donde hay crecimiento, donde hay futuro. Y el futuro, por mucho que algunos intenten agarrarse al pasado, huele a electrones, no a metano ni a hidrógeno.
El gas natural comprimido, y el hidrógeno como combustible para vehículos ligeros, están condenados a ser nichos marginales, si es que no desaparecen por completo y el hidrógeno sobrevivirá gracias al apoyo público. El coche eléctrico de batería, en el sector del transporte, ha ganado la partida. Y las noticias como la de OMV son, simplemente, los últimos clavos en el ataúd.
Fuente | OMV