Las claves del éxito de Noruega con el coche eléctrico, que ha culminado con el 75% de las ventas en marzo
6 min. lectura
Publicado: 20/04/2020 10:35
Cuando miramos a Noruega y vemos el enorme éxito de la implantación del coche eléctrico, podemos ver el resultado de un enorme trabajo desde el sector público que empujó literalmente a la gente a comprarse este tipo de vehículos. Una apuesta que comenzó mucho antes de lo que pensamos y que ha permitido al país nórdico ser líder mundial en implantación de esta tecnología en ventas por habitante.
La pregunta es el cómo. Cómo ha logrado Noruega ser una excepción en un mercado donde los eléctricos son una pequeña parte de las ventas. Un mercado que el pasado mes de marzo acumulaba un 60% de ventas de coches eléctricos puros, a los que podemos añadir un 15% de híbridos enchufables. Algo que nos indica que el final de las ventas de coches con motor de combustión está mucho más cerca de lo inicialmente esperado.
La respuesta es el decidido apoyo que desde el año 1995 los diferentes gobiernos que han pasado han realizado al coche eléctrico. Medidas como la de aplicar una exención de impuestos a los vehículos, como ofrecer estacionamiento gratuito en el centro de la ciudades, peajes también gratuitos, pasajes en el ferry para el coche…y el apoyo a la expansión de una red de recarga que ha sido uno de los pilares para que Noruega marche unas décadas por delante en cuanto a implantación.
Esto ha llevado a que mucha gente se vea empujada a comprar un eléctrico ya que a la hora de hacer números estos salen mucho más baratos ya a corto plazo. Un factor que convierte a los modelos con motor de combustión en alternativas minoritarias para los que buscan un coche para sus viajes más largos. Algo a lo que se añade que la práctica totalidad de la electricidad que obtiene Noruega procede de renovables, como la hidroeléctrica, lo que hace que sea además más sostenible.
Pero no quiere decir que las ventas de eléctricos hayan sido siempre explosivas. Aunque su avance ha sido mucho más rápido que en el resto del mundo, no hace mucho los coches eléctricos eran conocidos por pocos noruegos. En el año 2010, cuando comenzaron a llegar al mercado los primeros modelos de producción en cadena, las ventas eran todavía muy bajas y casi nadie conocía qué modelos eléctricos había a la venta. Como ejemplo las apenas 722 unidades vendidas en todo 2010, que llegaron a las 2.240 en 2011. Números que podemos comparar con los 79.611 unidades matriculadas en 2019, que muy posiblemente vuelvan a ser superadas de largo este año salvo problemas de suministro por la actual crisis.
A pesar de que los precios de los vehículos, incluso con ayudas, eran muy elevados, las ventas comenzaron a tomar una senda positiva en cada ejercicio. Esto supuso que en el inicio de la era del coche eléctrico moderno muchos noruegos apostasen por la tecnología adquiriendo el coche más caro que se habían comprado nunca. Algo que esperaban compensar con la batería de medidas de ayudas que había puesto en marcha décadas atrás el gobierno.
Unas matriculaciones que fueron aumentando según se hacían más conocidos los coches, pero también según aumentaba la oferta y las prestaciones de los vehículos. Algo que ha tenido como culminación el punto de inflexión que se ha producido este año, cuando las ventas han disparado su cuota de mercado impulsadas por la llegada de importantes novedades, así como por el hundimiento de las matriculaciones de coches con motor de combustión, y que ha resultado que sólo el 17.7% de los coches que se han vendido en marzo contaban con motor diésel o gasolina.
Un momento clave que ahora queda por ver como evoluciona con una crisis del coronavirus que ha impactado de lleno en la industria automovilística y toda su cadena de producción, pero que para muchos puede ser la llave para que muchos otros estados apuesten por una salida de la crisis de la mano de las nuevas tecnologías de movilidad que sirva de ayuda a mitigar la fuerte dependencia energética externa que lastra las economías de Europa, y resta competitividad a las empresas instaladas en el viejo continente.
Una situación que como vemos necesitará un decidido apoyo por parte de los gobiernos que como en el caso de Noruega, o también en el caso de otros mercados radicalmente diferentes como China, se ha demostrado que sin el impulso público la evolución será mucho más lenta.