Hace 112 años, Oliver Parker Fritchle completó un viaje de 2.800 kilómetros con su coche eléctrico

Hace 112 años, Oliver Parker Fritchle completó un viaje de 2.800 kilómetros con su coche eléctrico

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Publicado: 28/09/2020 12:05

Oliver Parker Fritchle fue un químico estadounidense que apostó por el coche eléctrico como una forma sostenible y funcional de transporte. Pero la principal cualidad es que lo hizo hace más de 100 años en el arranque de la era del automóvil donde eléctricos y con motor de combustión convivieron durante unos pocos años. Para demostrar la viabilidad de su apuesta, realizó un épico recorrido entre las ciudades de Lincoln y New York, separadas por nada menos que 2.800 kilómetros.

Este mes de octubre se cumplirán 112 años de aquella gesta que llevó a este emprendedor a organizar una competición para ver qué compañía de la época contaba con el mejor coche eléctrico del mercado. Un evento que no contó con la respuesta de la industria, lo que le llevó a emprender este alocado viaje en solitario.

Una de las motivaciones de organizar este evento era que las incipientes competiciones de vehículos con motor de combustión, como el Glidden Tour, había excluido a los coches eléctricos por indicar que no podían recorrer las largas distancias de cada jornada. Algo que el indicaba no se correspondía con la realidad.

Por delante 2.800 kilómetros por carreteras a los mandos de su Victoria Phaeton. Unas vías que nada tienen que ver con las actuales, en las que mediante una planificación previa se fueron preparando las infraestructuras de recarga para permitir el completar cada jornada. Unas infraestructuras en parte ya en funcionamiento, que determinaron el recorrido final que supondría trasladar el inicio a Lincoln, Nebraska, precisamente por contar con más estaciones donde cargar el vehículo.

Un recorrido en unas condiciones nefastas debido a que muchos tramos no estaban mínimamente preparados para la circulación de un vehículo, lo que convertía cada tramo en un verdadero suplicio para el casi siempre solitario conductor. Dificultades a las que se sumaban los problemas de orientación en unas vías sin señalizar, que le hicieron perder una gran cantidad de tiempo y kilómetros.

En total 29 duros días de viaje, 21 de conducción y 8 de descanso, con una media diaria de 145 kilómetros en jornadas no sólo caracterizadas por las brutales condiciones de las carreteras, sino por un clima muy desfavorable que dificultó todavía más su aventura.

Otro de los grandes titulares ha sido el buen comportamiento del sistema eléctrico. Las reparaciones se limitaron a una rueda pinchada a la salida de Chicago, un fusible de 150 amperios quemado, y un juego de faros delanteros. También necesitaron reparaciones los frenos que el protagonista indica podría haber evitado con un revestimiento de los mismos con amianto, pero no se hizo por mantener el vehículo con sus especificaciones de fábrica.

En una ocasión ha tenido que ser remolcado por un vehículo con motor de combustión al quedarse sin batería apenas a 3.2 kilómetros del punto de recarga.

Una recarga que daría para un capítulo propio, ya que si en la actualidad es un reto encontrar una toma, hace 100 años era una misión casi imposible. Para ello en ocasiones ha echado mano del equipamiento como las dinamo que alimentaban las máquinas de rayos X de los médicos, hasta una conexión directa en una central eléctrica comunitaria.

En la mayoría de las paradas podía echar mano de las tomas que contaban en los talleres o en los almacenes donde dejaba su vehículo durante las noches. Pero en otras ocasiones debía ser el propio Fritchle el que preparase la instalación. Algo que según sus palabras suponía que los viajes de este tipo solo eran posibles para personas con grandes conocimientos sobre la electricidad.

Una épica aventura que por desgracia no sirvió para que los coches eléctricos lograsen hacer frente a los modelos con motor de combustión, con más autonomía, lo que llevó al propio inventor a desarrollar una versión híbrida en 1916 usando un motor gasolina de 4 cilindros.

Pero la idea no logró fraguar, y en 1917 la compañía terminó por cerrar sus actividades ante la imposibilidad de competir contra los vehículos con motor de combustión.

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