El fabricante norteamericano Tesla, ha basado su liderazgo en el sector del coche eléctrico a nivel mundial, gracias a un desarrollo ‘en casa’ de todo un ecosistema que va desde las baterías, pasando por el grupo motriz, el software, hasta llegar incluso a los asientos de sus automóviles (fabricados en una planta propia).
Gracias al ecosistema Tesla, sus automóviles se han caracterizado por su buena autonomía, algo esencial para una empresa que se ha auto-responsabilizado de ser el motor del cambio hacia la nueva movilidad cero emisiones.
Teniendo en cuenta la relación a precio/prestaciones, los coches con la «T» sobre el capó ocupan el grupo de cabeza entre los automóviles cero emisiones, que cuentan con mayor autonomía entre carga y carga.
Eficiencia como arma clave
El mix de autonomía y la disponibilidad de la mayor red de carga rápida del plantea, proporcionan un producto único que tienen como punto clave la eficiencia global del conjunto del automóvil. Este aspecto ha sido el eje impulsor de la filosofía de Tesla a la hora de desarrollar un coche eléctrico.
Precisamente esta carrera por la máxima eficiencia, que ahora también es el corazón del desarrollo de Lucid Motors, aporta a Tesla y Lucid una ventaja competitiva importante respecto al resto de fabricantes tradicionales, especializados en los motores de combustión interna, que ahora corren a recuperar el tiempo perdido, en cuanto a ingeniería y desarrollo de la movilidad eléctrica cero emisiones.
A favor de las baterías LFP
La apuesta por la eficiencia de motores, electrónica y baterías está permitiendo a Tesla dar un giro hacia las baterías de fosfato de hierro y litio (LFP), sin que esto comprometa en exceso el rendimiento que caracteriza a sus productos.
El último movimiento por parte del fabricante estadounidense, pasa por reconvertir sus división de baterías estacionarias a una química LFP, celdas de batería de las que se ha asegurado un suministro de 45 GWh.
La fuerte demanda de baterías que genera el aumento de la producción de todas sus divisiones: energía, coches eléctricos, camiones eléctricos y pick-ups cero emisiones (Model S, Model X, Model 3, Model Y, Tesla Semi y Cybertruck) también tienen mucho que ver con esta decisión.
Las baterías de baterías de litio-ferrofosfato se han convertido en las elegidas, por la empresa dirigida por Elon Musk, para equipar a los modelos más baratos de Tesla, el Model 3 y el SUV eléctrico Model Y.
En comparación con las baterías NCA o NCM (níquel-cobalto-aluminio y níquel-cobalto-manganeso, respectivamente), las baterías LFP son más económicas gracias a su composición química. En esta el cobalto, y todos sus problemas y costes asociados, brilla por su ausencia.
Las baterías de litio-ferrofosfato además aportan una vida útil más larga, a la vez que proporcionan ciclos de carga más rápidos. Pero no todo es perfecto con la tecnología LFP, puesto que si se analiza la densidad de energía, esta química se sitúa por debajo de los valores de otras baterías de iones de litio, motivo por lo que son menos usadas por muchos otros fabricantes.
La clave es una mayor eficiencia
Según ha afirmado el analista de ARK Invest, Sawyer Merritt: «Tesla tiene una ventaja respecto a la química LFP porque tiene sistemas de propulsión más eficientes que los demás. Esto permite a la empresa comprometer lo aceptable en términos de autonomía, frente a grandes ahorros en los costes«.
Por tanto, la eficiencia conseguida por los motores, electrónica y software de Tesla, le permite adoptar unas baterías más económicas, sin que esto perjudique en exceso ni las prestaciones ni la autonomía que siempre han caracterizado a sus automóviles 100% eléctricos.
Tesla ha demuestra con este movimiento que se minimizan los efectos negativos de las baterías de de fosfato de hierro y litio, gracias a la eficiencia alcanzada en sus coches eléctricos, de forma que una menor densidad no se convierte en pérdida de alcance.