Zimbabue prohíbe la exportación de litio sin refinar

Hace unos meses unas palabras de Elon Musk pusieron en la primera plana el lucrativo negocio en el que se estaba convirtiendo el refinado del litio mineral hasta convertirlo en hidróxido de litio apto para la producción de baterías. Una industria en plena explosión que catalogaba como una máquina de imprimir dinero. Ahora, el presidente de Zimbabue ha tomado buena nota de esta recomendación y ha confirmado la prohibición de la exportación de litio en bruto.

Según las estimaciones del gobierno, cada año el país pierde unos 1.700 millones de euros al exportarlo como mineral en bruto y no procesarlo en el país.

El litio ha visto como su valor se disparaba en los últimos años con el ascenso del coche eléctrico. Un mineral conocido ya como «oro blanco» cuyo coste ha subido un 1.100% solo en los últimos dos años.

Zimbabue tiene la mayor cantidad litio en África, 220.000 toneladas métricas estimadas, es la quinta mundial, y según el gobierno, tiene suficiente para satisfacer una quinta parte de las necesidades del mundo.

Si bien está en camino de convertirse en uno de los mayores exportadores de litio del mundo, el gobierno dice que debería iniciar su propia industria de refinado de litio y producción de baterías, en lugar de que lo hagan compañías extranjeras.

Si tiene éxito, marcará un cambio radical para la economía de Zimbabue. La administración quieren evitar los errores del pasado, cuando se ha permitido que las multinacionales extranjeras extrajeran los minerales en bruto durante décadas sin desarrollar industrias locales que puedan procesarlos, lo que supone baja creación de empleo local y bajos ingresos para el estado.

Una estrategia que podrían copiar otros estados, como Bolivia, que a pesar de contar con las mayores reservas conocidas, apenas explota el metal industrialmente, a la espera de que se desarrolle tanto una industria local, como también se ponga en marcha un cartel que permita tener un control sobre los precios que se pagan.

Un cambio de paradigma que podría beneficiar a estos países en vías de desarrollo, que si juegan bien sus cartas, podrán aumentar sus ingresos sin malvender sus recursos, y un aviso a espacios como Europa con reservas, pero que no se están explotando por diferentes razones.