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¿Es posible producir hidrógeno a nivel doméstico? Sí, existe la tecnología para ello

Mucho hemos hablado de autoconsumo o producción de energía mediante placas solares fotovoltaicas para el hogar, pero poquito en lo que se refiere a producir hidrógeno en casa. Para esto último básicamente hacen falta dos ingredientes, electricidad y una fuente de agua. Ambas cosas pueden obtenerse del medio ambiente, sumando energía solar y la composición del aire que en todas partes está.

En otras palabras, ni hace falta consumir energía de la red, ni hace falta un suministro de agua potable o de pozo. El aire común tiene agua en forma de vapor, incluso en el desierto, aunque obviamente se puede obtener más agua en climas con mayor humedad. En cualquier sitio donde haya suficiente incidencia solar se puede conseguir producir hidrógeno para alimentar una pila de combustible o un calentador.

La tecnología para hacerlo ya existe. Investigadores de la Universidad Católica de Lovania (Bélgica) presentaron en 2019 un prototipo de «panel de hidrógeno» en el marco del proyecto Solhyd, cuya función es básicamente producir hidrógeno para climatización. Es posible producir hidrógeno para luego inyectarlo en una pila de combustible, pero el rendimiento es mucho peor que produciendo directamente energía fotovoltaica a la red, sin más conversiones -y sus correspondientes pérdidas-.

Sin embargo, puede tener sentido producir hidrógeno para una pila de combustible si se puede almacenar una cantidad suficiente, descontando obviamente las pérdidas, como alternativa a usar baterías. Estas últimas son más eficientes siempre, pero no necesariamente más competitivas en cuanto a coste de almacenamiento por kWh.

Fijémonos en el esquema superior. Los paneles de hidrógeno (1) obtienen el preciado gas (H2) a partir del agua (H2O) en el ambiente y electricidad de paneles fotovoltaicos. Ese hidrógeno se puede consumir directamente en un calentador o pila de combustible (2), y todo el excedente se puede derivar a un tanque de almacenamiento (3) que suponemos funciona a baja presión. Otra posibilidad es inyectar ese hidrógeno en una red de suministro local (4) a cambio de remuneración económica o para compartirlo de forma colectiva. También se puede aprovechar la infraestructura de gas natural de la zona.

El rendimiento final es del 15%, lo cual no es muy relevante cuando se aprovechan recursos ya existentes y no hay que consumir electricidad ni agua de la vivienda. Las aplicaciones potenciales de esta tecnología, que está en proceso de obtención de patente, son enormes y trascidenden los hogares individuales. Incluso en zonas aisladas y pobres pueden proporcionar independencia energética a las comunidades -no sin ayuda internacional, pero eso es otra cosa-.

De momento es un proyecto y no está a la vista inmediata su industrialización ni su producción masiva, pero su enfoque resuelve potencialmente muchos problemas y con un impacto medioambiental insignificante más allá de la producción de los aparatos. Y todo empezó hace 10 años, cuando se le iluminó la bombilla a un par de ingenieros biológicos sin haberse graduado todavía. De ahí salió su tesis doctoral… y el proyecto Solhyd.

Sin embargo, hay que matizar que la producción de hidrógeno para uso doméstico no es suficiente en el caso de viviendas insuficientemente aisladas, la eficiencia energética empieza por reducir la necesidad de energía a consumir transformar. Tendría que mejorar bastante el rendimiento para poder permitir un cierto nivel de derroche en paredes, cristales, bajos de puertas, etc.

En la misma web del proyecto Solhyd se estima que faltan 10-15 años para que esta solución pueda ser de uso común residencial, así que sugieren ir aislando las viviendas para que, cuando la tecnología esté disponible, ya se haya amortizado parte de dicho aislamiento al reducir el gasto en climatización. Si esta tecnología resulta de tu interés, hay un seminario virtual de una hora que puede verse en diferido, y con subtítulos y traducción automática es posible enterarse de muchas cosas.

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