No necesitamos mejores coches eléctricos, sino mejores redes de recarga
La ansiedad por la autonomía es uno de los principales problemas de los coches eléctricos, como lo es ir justo de gasolina una madrugada de fin de semana cuando la última gasolinera abierta 24h tiene los surtidores fuera de servicio. A nadie le gusta quedarse en el arcén por haber agotado el combustible o la energía a bordo.
Esto ha llevado a un acuerdo no escrito entre clientes de coches eléctricos y los fabricantes, incrementando la cantidad de módulos de batería a bordo para lograr autonomías de 400, 500, 600 y más kilómetros. Estas autonomías están por encima de lo que un conductor promedio puede conducir de forma segura del tirón. En realidad, 400 a 500 km es una autonomía más que suficiente, incluso menos.
El auténtico problema es no tener la oportunidad de recargar, y quien dice recargar quiere estar parado el mínimo tiempo posible, salvo que aproveche para comer, hacer compras/turismo o pernoctar. Preguntemos a los moteros, que salvo los que llevan modelos de campo, tienen autonomía para hacer «pocos kilómetros», pero no sufren por la facilidad de repostar gasolina y seguir en marcha. Ese es el quid de la cuestión, no tanto tener autonomía, sino poder reponerla con facilidad y rapidez.
Las redes de recarga cambian por completo la experiencia de uso de un coche eléctrico. Uno de los secretos del éxito de Tesla es haber implantado una red de recarga rápida y propia, los Supercargadores, y el haber llegado a acuerdos con hoteles y restauración para tener cargadores menos potentes mientras la clientela hace uso de sus servicios.
La combinación de autonomía suficiente y redes de recarga rápida permiten decir «hasta la vista, baby» a los surtidores de derivados del petróleo. Se pueden recorrer grandes distancias sin el temor a quedarnos sin energía, llegando al extremo de algunos usuarios, que llegan a un punto de recarga con menos del 10% de autonomía sin despinarse ni sufrir. Como lleguen a un punto de recarga inoperativo o que no tenga enchufes libres, les tocará sufrir.
Está claro que los seres humanos no solemos aguantar enormes kilometradas sin tener necesidades de aliviarnos, beber o comer, o simplemente estirar las piernas. También es una cuestión de seguridad, pasadas las 2-3 horas las fuerzas nos van fallando y aparece la fatiga, una asesina silenciosa que acaba sacando a la gente de la carretera. Debería ser un objetivo nacional que cada 50-100 kilómetros exista la posibilidad de enchufar y hacer un pequeño descanso.
La recarga en corriente continua de alta potencia es imprescindible para permitir los desplazamientos de media y larga distancia, en corriente alterna solo tiene sentido para paradas largas (horas)
Alguien preguntará que por qué tan poca distancia entre cargadores. Por un lado, así se distribuyen mejor los usuarios a lo largo de las rutas, evitando aglomeraciones, y no queda condicionada la parada a la recarga, sino a las necesidades como seres humanos que somos. Así se puede aprovechar cada parada por razones biológicas para recargar un poco. Por otro lado, se elimina la necesidad de llevar media tonelada de baterías.
Es más útil para la transición eléctrica el tener dos coches eléctricos con 50 kWh de capacidad a que haya uno solo con 100 kWh. Además, hay múltiples beneficios con este enfoque: menor contaminación por reemisión de partículas (depende del peso de los vehículos), menor gasto energético por vehículos (ídem), una mayor adecuación al uso habitual, tiempos de recarga más cortos y mayor seguridad (se desincentiva conducir durante más de 3 horas seguidas o la velocidad excesiva).
Aunque la implantación de los puntos de recarga no sea una tarea que competa a los Estados, sí deben poner todas las facilidades: ayudas, eliminación de burocracia absurda, normativa ad hoc (p.e. prohibición de estacionamiento de térmicos en plazas de recarga, y con multas), promoción institucional, etc. Facilitemos la vida a la gente y se comprará coches eléctricos con gusto, aunque no lleven media tonelada de baterías.
La inmensa mayoría de los coches eléctricos a la venta tienen la posibilidad de recargar rápidamente con corriente continua, con alguna excepción, como las versiones básicas del Renault Megane E-TECH Electric. Los modelos que solo recargan en corriente alterna están bien para el día a día, pero no para desplazamientos de media y larga distancia. Bueno, no todo el mundo tiene que viajar lejos o no lo hace en coche.
Los fabricantes están centrados en modelos de gama media y alta. Hay que asumir que cuando las gamas crezcan hacia abajo, no lo harán necesariamente con capacidades elevadas de baterías, algo que se puede compensar fácilmente con la recarga rápida y ultrarrápida. Dicho de otra manera, no es realista pensar en modelos de tamaño medio con más de 500 km de autonomía y precios de 30.000 euros como lo normal.
Cuando sea tan fácil recargar rápidamente en casi cualquier sitio, las baterías enormes habrán perdido la mayor parte de su sentido. Hay que introducir un poco de sensatez en este asunto.