
La carga rápida, y no la autonomía, será el gran objetivo de los fabricantes de coches eléctricos
La próxima generación de coches eléctricos prestarán más atención a la cuestión de la carga ultrarrápida que a la instalación de baterías de mayor capacidad.

Encontrar el tamaño adecuado para las baterías de los coches eléctricos es un reto para los fabricantes. Un delicado equilibrio entre ofrecer suficiente autonomía para cumplir con las necesidades de los conductores, y, al mismo tiempo, mantener el peso, volumen y precio bajo control.
Este dilema es especialmente complicado en esta etapa temprana de adopción de los coches eléctricos. Muchos conductores necesitan una cifra de autonomía elevada para sentirse seguros. Al menos hasta que adquieren la experiencia suficiente para confiar en que el coche no se quedará sin batería de forma inesperada y en que la red de carga pública les respalda.
Sin embargo, en la actualidad ya existen coches eléctricos con autonomías superiores a los 500 kilómetros, y aunque la eficiencia seguirá mejorando, la carrera por aumentar el tamaño de las baterías podría alcanzar su límite en torno a los 100 kWh. A partir de ahí, la potencia y curva de carga pasará a ser el factor clave.
La importancia de la velocidad de carga y el «efecto Concorde»

El CEO de Bentley, el Dr. Frank-Steffen Walliser, comparó esta situación con los depósitos de combustible tradicionales: no existe una demanda real de coches con tanques de 200 litros que permitan recorrer 3.000 kilómetros sin repostar, ya que llega un punto en el que el peso, el espacio y el coste dejan de compensar.
Además, Walliser argumenta que la carga de un coche eléctrico no necesita igualar el tiempo de repostaje de un coche de combustión. La mayoría de los conductores pueden salir de casa con la batería cargada si cuentan con un punto de carga en su domicilio, por lo que la rapidez de carga solo es un problema en viajes largos. En ese contexto, la clave es el tiempo que se tarda en pasar del 10 al 80% de carga.
Esta situación la estamos viendo gracias a los importantes avances que están logrando los grupos chinos. Después de una fase en la que varios fabricantes lograron poner en el mercado cargadores con potencias más que significativas, 500 o 600 kW, los chinos no se quedaron ahí y empezaron a trabajar en el siguiente paso, los cargadores de 1.000 kW. Primero fue BYD, luego Zeekr, con su sistema de 1.200 kW, y poco después Huawei presentó su propuesta de 1.500 kW.

La cuestión es que poco importa que el cargador alcance potencia como para mandarte de regreso al futuro, si el coche no es capaz de aprovecharla. Es por eso que la próxima generación de coches eléctricos que llegará entre 2025 y 2026 prestarán más atención a la cuestión de la carga rápida.
Seguramente veamos menos apuestas por lanzar modelos de más de 100 kWh, y en cambio veamos más modelos capaces de cargar por encima de los 400 o 500 kW, y los primeros en llegar a los 1.000 kW.
La cuestión es donde está el límite. Si la carga está lista en el tiempo que tardamos en tomar un café, unos 10 o 15 minutos, para que necesitamos una que tarde menos. Algo que nos recuerda al «efecto Concorde». En su momento, hubo un gran interés por cruzar el Atlántico en pocas horas, pero con el tiempo, la mayoría de la gente prefirió vuelos algo más largos, pero más cómodos y asequibles.