
El dominio chino del coche eléctrico amenaza a Europa
China controla ya el mercado del litio y avanza en el sector del coche eléctrico, poniendo en jaque la autonomía de la industria europea. La falta de infraestructuras propias y cancelación de proyectos mineros agravan la dependencia. Europa necesita una estrategia urgente para recuperar su soberanía tecnológica.

Europa quería liderar la revolución del coche eléctrico, pero los hechos sobre el terreno cuentan otra historia. El control global de China sobre la cadena de valor del litio, desde la extracción hasta la fabricación de baterías, se ha consolidado de forma aplastante. Ahora, con sus propios coches eléctricos listos para exportación masiva, Pekín amenaza también la supervivencia de la industria automovilística europea.
El litio no es un recurso escaso, pero sí estratégicamente sensible. A pesar de contar con al menos 27 yacimientos documentados en el continente, Europa apenas ha iniciado proyectos de extracción. La única mina activa está en Portugal, y su producción se destina al sector cerámico. Mientras tanto, la primera mina de litio europeo para baterías no abrirá hasta 2026 en Finlandia. El motivo de esta parálisis es doble: por un lado, el rechazo social a la minería; por otro, la falta de una política industrial eficaz a largo plazo.
China ha aprovechado esa vacilación para construir una cadena de suministro integrada y apoyada por fuertes subvenciones públicas. Controla cerca del 70% de la capacidad mundial de refinado de litio y gran parte de los derechos de extracción en Sudamérica y Australia. Empresas como CATL y BYD no solo fabrican baterías, también poseen minas, refinerías y fábricas de celdas. CATL, con un 40% de cuota global, ya opera en Alemania y Hungría, y planea instalarse en España. Su dominio tecnológico y logístico hace que ni siquiera iniciativas ambiciosas como Northvolt hayan podido competir.

El fracaso de Northvolt es especialmente simbólico. La que iba a ser la gran esperanza europea para fabricar baterías terminó en bancarrota tras acumular casi 6.000 millones de dólares en deudas. Britishvolt en Reino Unido también colapsó, y Umicore, uno de los mayores grupos de materiales del continente, ha recortado cientos de empleos en su división de baterías. La conclusión generalizada entre los industriales europeos es clara: China va demasiado por delante. La única salida posible sería atraer a los gigantes chinos para que fabriquen dentro de Europa, pero eso también conlleva riesgos estratégicos.
Mientras tanto, China se prepara para dar el golpe final: inundar Europa con coches eléctricos baratos, con BYD liderando la ofensiva. En solo cuatro meses, las ventas de BYD en Europa han aumentado más de un 150%, superando por primera vez a Tesla. El gigante chino ya ha enviado barcos con miles de unidades hacia puertos europeos como Zeebrugge, y el dominio no se limita solo a coches: también están entrando con camiones, buses y furgonetas eléctricas.
La diferencia de precios es abrumadora. Mientras los fabricantes europeos se enfrentan a costes de producción elevados y procesos industriales fragmentados, los coches chinos llegan subvencionados, integrados y con una calidad que empieza a igualar o incluso superar a los modelos occidentales. Ante esta avalancha, cada vez más consumidores se preguntan por qué pagar más por un coche europeo con batería china cuando pueden comprar directamente el coche chino completo, por menos dinero y con mejores prestaciones.

El caso de BYD es paradigmático. Además de ser el mayor fabricante de coches eléctricos en China, es también uno de los principales productores de baterías. Esto le permite controlar costes y tecnología sin depender de terceros. Y su expansión en Europa coincide con el cierre progresivo de fábricas históricas en el continente. Marcas como Ford, Opel, Renault y Audi han ido cerrando plantas en Bélgica, Alemania o Francia. Hoy, solo queda en pie Volvo Gante… y pertenece al grupo chino Geely.
En este escenario, el plan de reabrir minas en Bélgica o en otros puntos de Europa no pasa de ser simbólico. El control de la cadena de valor ya está en manos chinas, y la dependencia industrial y tecnológica es casi total. Si China decidiera restringir la exportación de litio o elevar los precios de sus coches, Europa no tendría capacidad de respuesta. La única mina, la única refinería y la mayoría de fábricas estratégicas están en manos extranjeras o no existen. Como afirma uno de los expertos citados en el reportaje original: “China nos ha barrido del mapa”.
El verdadero riesgo ya no es perder la carrera por las baterías, porque esa batalla está prácticamente perdida. El nuevo frente es el coche eléctrico como producto final. Si China también domina este eslabón, tendrá en sus manos no solo una ventaja comercial, sino una herramienta de poder geoestratégico. El coche eléctrico chino no es solo una amenaza industrial: es una advertencia sobre el futuro económico de Europa.
Fuente | Knack