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Un poco de historia. Mars II, un Renault 10 eléctrico de 1967 fabricado en Estados Unidos

A día de hoy, en plena revolución de los coches eléctricos, asociar este concepto a Renault no es ninguna novedad. La marca gala es sobradamente conocida por haber sido de los primeros fabricantes en ofrecer una gama de vehículos 100% eléctricos con la gama ZE, formada por los Twizy, Kangoo ZE y el exitoso ZOE.

De todas formas, las incursiones de Renault en el mundo de los coches eléctricos no son desde hace pocos años. Como ya contábamos en un artículo anterior, tras años de experimentos con el Elektro-Clio, creado entre Renault y Siemens, en 1995 se lanzaba el Renault Clio Electrique, un modelo 100% eléctrico basado en la primera generación del modelo que estuvo en venta hasta el año 2000. Esta fue la primera transformación oficial de un vehículo de combustión a eléctrico. Pero no es la primera vez que se realizaba este tipo de cambio de tren de potencia sobre la base de un Renault.

La primera vez que la marca francesa irrumpía en el mercado norteamericano fue gracias a su modelo Dauphine, que empezó a comercializarse al otro lado del Atlántico en 1957, el cual gozó de un relativo éxito al principio, pero cuyas ventas comenzaron a caer a partir de 1960, cesando su importación en 1966. Entonces Renault decidió, para sustituir al Dauphine, comenzar a importar la versión lujosa del R8: el Renault 10.

Un año más tarde, el presidente de la empresa Electric Fuel Propulsion, Robert Aronson, junto a Donald Swanson, propietario de un concesionario Renault en Michigan se fijaron en este modelo, uno de los más pequeños y ligeros del mercado estadounidense, para poner en marcha un proyecto de convertir a esta pequeña berlina en un coche totalmente eléctrico. En 1967 salió el primer Renault 10 eléctrico, al que sus creadores llamaron Mars II. Ya existió un Mars I, el cual fue una adaptación eléctrica del mencionado Dauphine.

Este vehículo tomaba como base un Renault 10 de combustión, al que se le llenaron tanto el vano motor como el maletero de una serie de baterías de plomo-cobalto para alimentar un motor de corriente continua. El resultado fue un coche que rendía 15 CV y alcanzaba una velocidad máxima de 95 km/h, acelerando de 0 a 64 km/h en unos 10 segundos. Su autonomía era de entre 110 y 190 kilómetros dependiendo del uso que se le diera, una autonomía sorprendente en aquella época gracias en parte a que contaba con un sistema de frenado regenerativo.

Los creadores del Mars II afirmaban que las baterías se podían cargar hasta el 80% en un tiempo máximo de 45 minutos, llegando a 90 si se querían tener al 100%. La vida útil de las mismas se estimaba en unas 800 cargas, que equivalían a entre 90.000 y 145.000 kilómetros.

El primer propietario de un Mars II fue un directivo de la compañía eléctrica Wisconsin Power & Light, que recibió este vehículo el 14 de septiembre de 1967. Otro de los interesados en probar el Mars II fue el gigante General Motors, que sometió al R10 a una serie de pruebas durante 6 meses para comprobar la viabilidad de este tipo de vehículos. Su comercialización duró solo un año, de 1967 a 1968, y se estima que se fabricaron aproximadamente unas 45 unidades.

En el año 2005 se descubrió una unidad del Mars II completamente abandonada en Oregon (en las imágenes, de color amarillo). Este coche perteneció a un electricista de la compañía eléctrica local, que lo adquirió en 1968, y puede ser el único que quede a día de hoy estrictamente de serie. Estuvo en uso hasta bien entrados los años 90 y se vendió para su restauración en 2006.

Otra unidad apareció hace unos días a la venta en Suecia (en las imágenes, de color azul), por lo que creemos que la proliferación actual de coches eléctricos hará que se rescaten del olvido estas primigenias unidades que, si bien no permiten un uso intensivo y se limitan únicamente a paseos recreativos, muestran los primeros pasos de algo que ha día de hoy ya parece inevitable: el futuro es eléctrico.

Fuente | SAE International

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