
El retroceso de Europa en coches eléctricos amenaza miles de millones en inversión industrial
La posible reversión de la normativa europea sobre coches eléctricos pone en riesgo inversiones millonarias y frena la adopción del coche eléctrico. Así lo asegura Lawrence Hamilton, de Lucid Motors, que destaca que la política clara y firme es clave para avanzar en reducción de emisiones e inversions industriales.

Europa está en medio de un debate sobre la prohibición de la venta de coches nuevos con motores de combustión a partir de 2035. La posibilidad de eliminar esta norma gana fuerza, lo que contenta a los fabricantes tradicionales que dependen de la gasolina y el diésel, pero preocupa a los fabricantes que solo producen coches eléctricos y que invirtieron enormes cantidades basándose en la normativa original.
Lawrence Hamilton, responsable de Lucid Motors en Europa, explicó a fondo las implicaciones de este cambio de rumbo para la compañía estadounidense y para toda la industria en una entrevista en diciembre.
Actualmente, Lucid opera en Alemania, Países Bajos, Suiza y Noruega. En Alemania está presente en cuatro ciudades y prevé expandirse a 15 o 16, con al menos 12 plenamente operativas para finales de 2026, incluyendo España. En toda Europa, la marca está en ocho ciudades y apunta a llegar a unas 20 para el próximo año. Bélgica está confirmada como mercado de lanzamiento en 2026, mientras que Dinamarca está bajo revisión. Hamilton destaca que son selectivos a la hora de elegir mercados: Bélgica es pequeña, pero fuerte en demanda de coches eléctricos premium.
El impacto de retrasar la transición a coches eléctricos

Hamilton es claro: los coches eléctricos son la única tecnología lógica, eficiente y escalable que puede cumplir con los objetivos de clima, seguridad energética y salud pública de Europa. Extender la vida de los motores de combustión no soluciona de manera significativa estos problemas. La incertidumbre a corto plazo ya perjudica a la industria; los cambios de política a largo plazo son aún peores.
“La senda hacia 2035 ha sido clara durante años. Los fabricantes y proveedores han invertido miles de millones basándose en esa trayectoria. Retroceder ahora pone en riesgo esas inversiones. Son compromisos de infraestructura y tecnología a largo plazo, y los inversores necesitan seguridad normativa. Un plazo firme para 2035 sigue siendo fundamental”, explica Hamilton.
Si los plazos políticos se vuelven confusos, la adopción de coches eléctricos se ralentiza, y Europa paga el precio con más contaminación, dependencia energética y pérdida de competitividad frente a China a medio y largo, añade.
Por qué mantener la prohibición de 2035
Algunos fabricantes plantean retrasar o eliminar la prohibición de 2035 debido a ventas de coches eléctricos más lentas de lo esperado. Hamilton insiste en que el compromiso con 2035 debe mantenerse. La física no cambia por la economía: quemar combustibles fósiles, incluso en híbridos o coches con autonomía extendida, genera emisiones. Un 10% de excepción crearía enormes ineficiencias industriales al obligar a desarrollar dos tecnologías en paralelo. Una política clara y sin ambigüedades concentra la inversión y acelera la innovación. Retrasar la transición solo encarece cumplir los objetivos climáticos de 2050.
Los grupos ecologistas advierten que reclasificar híbridos o combustibles sintéticos como “limpios” es una nueva trampa de emisiones. Hamilton evita el lenguaje polémico, pero subraya que refinar y quemar combustibles fósiles genera emisiones. Los híbridos son más limpios que los motores tradicionales, pero no son limpios. Los coches eléctricos son la única solución escalable y sin emisiones en el tubo de escape. Además, la cuestión va más allá del clima: en 2022, aproximadamente 357.000 muertes prematuras en la UE estuvieron vinculadas a la contaminación del aire.
Obstáculos actuales a la adopción

El mayor freno sigue siendo la adopción por parte del consumidor y la confusión sobre las políticas. Los ciclos de renovación de coches son largos: si alguien compró un coche el año pasado, quizá no piense en cambiarlo hasta principios de la década de 2030. Si existen dudas sobre los plazos, los compradores se desenganchan. Esto es contraproducente, porque el 97% de los conductores europeos nunca han tenido un coche eléctrico. Una vez que lo prueban —cargando en casa, con menor coste de mantenimiento y mejor rendimiento— la mayoría no vuelve atrás.
Qué políticas han funcionado
La adopción de coches eléctricos varía mucho en Europa. Noruega roza el 100%, y Dinamarca está en el 75-80%, España languidece con su "récord" personal de rozar el 10%. Los incentivos específicos funcionan, sobre todo al principio. Las ventajas fiscales tienen más efecto que los subsidios directos, porque cambian el comportamiento de compra y generan confianza. Los incentivos vinculados a la eficiencia del vehículo ayudan a equilibrar la demanda de la red y la equidad.
Las flotas de empresa son un motor clave: en muchos países representan más del 60% de las ventas de coches nuevos. Las empresas renuevan sus vehículos más rápido, alimentando el mercado de coches eléctricos de segunda mano y acelerando la adopción masiva. Muchas compañías ya tienen objetivos de sostenibilidad, por lo que alinear las políticas públicas con esto es muy eficaz.
Importación desde EE. UU. y aranceles
Lucid importa sus coches desde Estados Unidos. Hamilton recuerda que los aranceles son solo una pieza en una cadena global compleja. Cualquier ahorro por reducción de aranceles puede verse compensado por el aumento de costes en aluminio, semiconductores u otros componentes. Las guerras comerciales, en general, socavan la estabilidad y la planificación empresarial. Lo que más importa es la previsibilidad.



