
Con el Mercedes GLC eléctrico si quieres más autonomía tienes que pagar un extra

El Mercedes-Benz EQC nunca terminó de convertirse en un éxito comercial, y eso que sobre el papel no le faltaban argumentos. Con el nuevo Mercedes-Benz GLC eléctrico, la marca alemana vuelve a la carga en uno de los segmentos más disputados del mercado. Un SUV mediano, completamente eléctrico y desarrollado sobre una plataforma específica. Hasta ahí, todo correcto. El problema aparece cuando uno se sienta a configurar el coche, porque lo que empieza como una elección razonable puede acabar siendo un proceso farragoso y además un desembolso muy serio en cuestión de minutos.
Basta con recordar lo ocurrido el pasado septiembre en el salón IAA de Múnich. BMW y Mercedes presentaron casi uno al lado del otro a dos rivales directos, con planteamientos muy similares y cifras sorprendentemente cercanas. Al igual que el BMW iX3, este nuevo Mercedes-Benz GLC eléctrico. Ambos se comercializan en versiones potentes: iX3 40 xDrive en BMW y GLC 400 4Matic en Mercedes.

En potencia, Mercedes incluso toma la delantera, con 489 CV frente a los 469 CV del BMW. Donde el iX3 logra imponerse ligeramente es en capacidad de batería, carga rápida y autonomía, aunque conviene poner las cifras en contexto. El GLC eléctrico declara 94 kWh de batería, admite hasta 330 kW de carga rápida en corriente continua y anuncia hasta 715 kilómetros de autonomía, números que lo sitúan claramente en la parte alta del segmento.
Eso sí, esos 715 kilómetros no vienen incluidos de serie. La versión Mercedes-Benz GLC 400 4Matic Business Solution, con un precio de 77.725 euros, se queda en 666 kilómetros. Para alcanzar la cifra máxima hay que seleccionar la Long Range Edition, que se encuentra dentro del apartado de modelos especiales del configurador.

Este paquete incrementa el precio en 3.182 euros y su elemento clave es el paquete técnico, que incluye dirección en el eje trasero y suspensión neumática Airmatic. Por separado, este conjunto cuesta 2.891 euros, pero dentro de la edición Long Range se completa con llantas de 19 pulgadas y neumáticos de baja resistencia a la rodadura, pensados para maximizar la eficiencia.
De serie, el GLC eléctrico monta muelles convencionales y prescinde de la dirección a las cuatro ruedas, aunque sí incluye llantas de 19 pulgadas con neumáticos estándar. En el apartado estético, Mercedes mantiene una oferta bastante contenida. De momento hay dos líneas principales: Avantgarde, que es la estándar, y AMG, con paragolpes específicos y una imagen algo más agresiva. La versión Business Solution Luxury apenas se diferencia de la Business Solution convencional por el diseño de las llantas de 19 pulgadas.
El cromo alrededor de las ventanillas y los cristales oscurecidos son de serie, aunque estos últimos se pueden eliminar sin coste adicional si no convencen. La parrilla iluminada no está incluida de base y, como es habitual, será cuestión de gustos. Resulta curioso que el GLC eléctrico mantenga en muchos casos tiradores de puerta tradicionales, algo que contrasta con el nuevo CLA eléctrico. En ese modelo basta tocar mínimamente el equipamiento para encontrarse con tiradores enrasados y acceso sin llave, mientras que en el GLC hay que insistir… y pagar más.

Ni siquiera la versión Luxury los incluye de serie. A cambio añade tapicería en símil de cuero, una ampliación del sistema MBUX y un paquete de memoria para los asientos, que siempre son eléctricos. La tapicería mixta de tela de la versión básica cumple perfectamente, aunque quien quiera cuero auténtico debe asumir un sobrecoste que se mide en miles de euros.
Si volvemos al equipamiento de serie, la impresión general es bastante positiva. Al igual que su gran rival de BMW, el GLC eléctrico viene bien dotado desde el primer nivel. Incluye pantalla central de 14 pulgadas, navegador, cargador inalámbrico para el móvil (solo uno, el segundo es opcional), control de crucero adaptativo, retrovisores plegables eléctricamente, techo panorámico fijo, portón trasero eléctrico, cámara de marcha atrás y asientos calefactados.
Aun así, hay ausencias llamativas. No hay iluminación ambiental, tampoco memoria para los asientos, y el acceso sin llave vuelve a ser de pago. En cuanto a las pantallas, Mercedes juega a medio camino. De serie hay una especie de pantalla para el pasajero, pero no es táctil y en la práctica sirve poco más que para mostrar imágenes. Con el Superscreen, esa pantalla pasa a ser táctil, mientras que el Hyperscreen convierte todo el salpicadero en una gran superficie continua de cristal.

Aunque Mercedes permite seleccionar algunas opciones sueltas, lo habitual es que empuje al comprador hacia paquetes cerrados. Quien quiera acceso sin llave y tiradores enrasados acaba directamente en el Pack Premium, que incrementa el precio en 7.623 euros. Un salto considerable. Algo parecido ocurre si se desea un color interior distinto al negro en la versión básica: se puede elegir, sí, pero a cambio llega un paquete completo con parrilla iluminada, Superscreen y otros elementos que elevan el precio en varios miles de euros. Todo esto resulta especialmente frustrante cuando un interior en símil de cuero en beige marfil o marrón haya cuesta en realidad solo 182 euros.
Configurar el GLC eléctrico acaba siendo un ejercicio de paciencia. Cuesta justificar que un coche de este nivel obligue a elegir entre interior negro o paquetes caros no deseados. Si hubiera que contener el gasto, la opción más sensata sería quedarse con el negro y compensarlo con un color exterior más alegre. El azul claro, por ejemplo, tiene un sobreprecio de 980 euros, bastante razonable. El salto a la versión Luxury tampoco es exagerado y la memoria de los asientos se agradece en el uso diario.

Incluso controlando el presupuesto, el paquete Long Range resulta muy tentador. No solo por la autonomía máxima, sino porque la suspensión neumática y la dirección trasera son justo esos elementos que pueden marcar la diferencia al volante. Sumando ese paquete, el color azul, algunos detalles menores como parasoles ampliados (60 euros) y volante calefactado (315 euros), y eliminando los cristales oscurecidos sin coste, el total asciende a más de 80.000 euros.
Como referencia final, el BMW iX3 resulta sensiblemente más barato. En parte porque BMW no ofrece opciones como la suspensión neumática o la dirección trasera, pero también porque permite mayor libertad al configurar, sin obligar a pasar por paquetes tan grandes. En el caso del GLC eléctrico, el concepto “back to basics” se queda más en el título que en la realidad.
¿Se ha equivocado Mercedes con el planteamiento comercial del GLC eléctrico? Los próximos meses nos darán la respuesta con su demanda y la que pueda tener su rival el BMW iX3.



