El pasado año apenas el 1.6% de los compradores de un coche nuevo en Reino Unido optaron por un coche eléctrico. Pero parece que el interés de los consumidores se ha disparado en los últimos meses, algo que ha puesto sobre la mesa un estudio de la petrolera anglo-holandesa Shell, que ha puesto sobre la mesa el enorme potencial de mercado de este tipo de vehículos.
Uno de los aspectos más interesantes del informe es el relacionado en la motivación del interés en los eléctricos por parte de los clientes, y que denota que acciones como los anuncios del final de la venta de coches diésel, gasolina e híbridos en 2035 tiene mucho más efecto de lo que podríamos pensar ya a corto plazo.
Dentro de los motivos para la compra de uno de estos vehículos están los clásicos, como el 80% que han indicado que su motivación principal es la de reducir el impacto ambiental de sus desplazamientos. El 75% de las personas dijo que los vehículos eléctricos son más atractivos porque son silenciosos.
Pero la cifra más llamativa es el 55% que ha añadido que es probable que compren uno de estos vehículos por la próxima prohibición de las ventas de coches con motor de combustión en 2035. Un porcentaje muy elevado para una medida para muchos simbólica por lo su distancia en el tiempo, y que ha adelantado cinco años sus previsiones hace pocos meses. Incluso desde el gobierno se indica que según evolucione el mercado, podrían volver a adelantar la fecha.
Ente las barreras que en la actualidad frenan la compra de eléctricos, el 80% coincide en que el precio es todavía demasiado elevado, mientras que el 38% ha mostrado dudas sobre el proceso de carga, o de que esta tarde demasiado.
Unos datos a pesar de todo muy optimistas, sobre todo si tenemos en cuenta que el promotor de la misma es una petrolera que está en un proceso de transformación de su negocio con la apertura de cientos de estaciones de carga rápida, y también la instalación de cargadores domésticos, que nos avisa de que la aceleración de las ventas debe venir por una estrategia integral y no sólo en incentivar las ventas o las redes de carga, y donde medidas a priori simbólicas como la prohibición de venta o entrada en las ciudades a largo plazo también tienen su efecto a corto plazo.
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