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¿Por qué el PERTE del Gobierno para el hidrógeno verde no servirá para nada sin una expansión masiva de las renovables?

Estos días estamos siendo testigos como el Gobierno de España presenta a bombo y platillo un PERTE que busca expandir las energías renovables, el almacenamiento, pero que también destinará una ingente cantidad de dinero público en el hidrógeno verde. Un vector que se ha colado en los últimos años como posible salvador de la dependencia energética, pero que esconde un importante problema. Ahora mismo no hay energía suficiente para su producción.

Los datos mostrados por la administración son apabullantes. Este PERTE estiman que permitirá crear más de 280.000 empleos, entre directos, indirectos, con una aportación de la administración de más de 6.900 millones de inversión con cargo al Plan de Recuperación, mientras que el resto hasta llega a los 16.000 millones tendrán que proceder de inversión privada.

El primer problema es que esta inversión no está asegurada y el propio Ministerio indica que «se calcula que atraerán una inversión privada cercana a los 9.500 millones por parte del sector privado«. Primer aviso.

La mayor parte de las ayudas públicas al PERTE estarán disponibles entre 2022 y 2023, extendiéndose su ejecución hasta 2026. Algunos de los programas ya están en marcha. Unas iniciativas dotadas de 500 millones de euros centrados en dar impulso a la cadena de valor  proyectos relacionados con el hidrógeno verde, además de iniciativas de investigación y desarrollo de sistemas de almacenamiento energético y proyectos piloto para comunidades energéticas. Segundo aviso.

El tercer aviso es el más preocupante ya que la administración pondrá el carro delante de los caballos al apoyar con total decisión al hidrógeno. Como ejemplo además de situar en el plano temporal antes este vector que a las renovables, está en que el presupuesto que se destinará al mismo será el DOBLE, al recibir este 1.555 millones del gobierno, que movilizarán otros 2.800 millones de capital privado.

Las renovables por su parte movilizarán 765 millones, que permitirán canalizar otros 1.600 millones privados. Una inversión que se destinará a la producción e instalación de equipos, sustitución de aquellos obsoletos, así como el desarrollo del biogás a partir de cualquier actividad agropecuaria o de valorización de residuos, y su conversión a biometano.

El problema del hidrógeno. No hay energía de sobra

Citroën ë-Jumpy Hydrogen

El principal reto del hidrógeno es que necesitará una elevada cantidad de energía para su producción, almacenamiento, y para su conversión de nuevo en electricidad. Un proceso altamente ineficiente.

Así lo ha puesto sobre la mesa hace un tiempo la organización Transport&Environment, que indicaba que en el caso del hidrógeno destinado al transporte, se tiene en cuenta un 22% de pérdida de energía al transformar la electricidad de las renovables en hidrógeno. Una cifra ya de por si considerable. Pero luego hay que transportar ese hidrógeno y volver a almacenarlo en grandes tanques en las estaciones de servicio. Un nuevo paso intermedio que se lleva según el informe otro 22% de la energía originalmente producida.

El resultado es que incluso antes de llegar al vehículo, ya hemos perdido el 39% de la energía. Un proceso de transformación cuando inyectamos el hidrógeno a los tanques, que supone un gasto de otro 31% de la energía. Algo que deja la eficiencia neta en apenas el 30%. Eso supone que el 70% de la electricidad que hemos producido con las renovables se perderá por el camino.

Podemos pensar que la idea es usar la energía que sobra durante la jornada para producir el propio hidrogeno. El problema es que en España, como en el resto de Europa, estamos en medio de una crisis energética donde no sobra ni un kWh. Todo lo contrario.

Demanda real (curva amarilla) Previsión de la demanda (curva verde) Programación horaria operativa (línea escalonada roja)

Esto lo podemos ver en los gráficos en tiempo real que ofrece Red Eléctrica de España, donde podemos ver un gráfico que nos muestra la producción real, la demanda, y las estimaciones previas. Unas líneas que van extremadamente juntas y donde apenas hay espacio para añadir la ingente cantidad de energía necesaria para la producción, almacenamiento y transporte del hidrógeno.

A esto se añade el reciente incremento del peso de las fuentes sucias en la producción eléctrica, lo que hace que la producción de hidrógeno solo con renovables sea todavía más difícil.

Por ejemplo ayer día 16 de diciembre el gas ha ocupado el 34% de la producción, la cogeneración un 9.3%, y el carbón un 3.71%. Por su parte las renovables apenas llegaron al 28.75%.

¿Cómo vamos a producir hidrógeno verde de forma masiva con estos datos? Sobre todo a la vista de que la administración primará el desarrollo de su producción antes de asegurar la disponibilidad de suficientes energías renovables, que por otro lado podrán tener mejor uso alimentando de forma directa las necesidades energéticas de los ciudadanos mediante sistemas de transporte o climatización eléctricas, mucho más eficientes.

Por supuesto, habrá sectores donde el hidrógeno será fundamental, transporte pesado, la siderurgia, el cemento o la industria química, y donde podrán ofrecer una alternativa. Pero como vemos, no en la forma que nos quieren vender al vector al que se posicionan como una opción para descarbonizar el sistema eléctrico y de transporte, pero que lo hace desde una posición totalmente a corto y medio plazo imposible de alcanzar.

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