La industria europea del automóvil se juega su futuro en los próximos cinco años

Europa afronta una crisis industrial sin precedentes por el alto coste de la transición al coche eléctrico. Mientras China domina la producción mundial de baterías, los fabricantes europeos pierden competitividad. Los próximos cinco años serán decisivos para lograr la supervivencia.

La industria europea del automóvil se juega su futuro en los próximos cinco años
Fábrica de coches eléctricos en Europa

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Publicado: 27/10/2025 09:02

Europa está en un momento crítico cuando hablamos de su industria del automóvil. La débil apuesta por la electrificación, y el camino a la muerte inexorable del motor de combustión, está poniendo a una industria con más de un siglo de antigüedad en un callejón sin salida que puede dictar sentencia en menos de lo que muchos pensábamos.

El sector del automóvil representa el 7% del PIB europeo y da empleo directo o indirecto a unos 14 millones de personas. Pero su base industrial se tambalea ante el empuje de los fabricantes chinos, que en apenas quince años han pasado de ser una anécdota en los mercados internacionales a dominar la producción mundial de coches eléctricos y, sobre todo, del elemento clave del futuro, las baterías.

Según un informe de BNP Paribas, Europa ha perdido un 25% de competitividad frente a China en los últimos años. Y el dato no se debe solo a la diferencia tecnológica: la inflación y el aumento de los costes energéticos han encarecido notablemente la producción en suelo europeo. Hoy, fabricar un coche eléctrico en Europa cuesta mucho más que hacerlo en China, incluso teniendo en cuenta los gastos de transporte y los aranceles.

Citroën Berlingo PSA Vigo

En 2024, la Unión Europea intentó frenar la sangría con aranceles de hasta el 37,6%, que se suman al 10% ya existente. Pero ni siquiera eso ha logrado igualar el terreno de juego. Mientras en Europa se discuten ayudas, incentivos y fondos de transición, China controla alrededor del 70% de la producción mundial de baterías, el componente que puede suponer hasta el 50% del coste total de un coche eléctrico.

Y ahí está la gran diferencia: el gigante asiático no solo ha avanzado tecnológicamente, sino que ha integrado toda la cadena de valor, desde la extracción de materias primas hasta la fabricación de celdas y el reciclaje. Esto le permite ofrecer modelos de gran autonomía y mucha tecnología, a precios que los fabricantes europeos no pueden igualar. Modelos como el BYD Seal, el MG4 Electric o el Xiaomi SU7 se venden en China con precios hasta un 50% de sus equivalentes europeos, una diferencia imposible de compensar solo con ayudas públicas y aranceles.

Los fabricantes europeos, desde Volkswagen con su ID.3 hasta Renault con el Mégane E-Tech o Peugeot con el e-308, se ven atrapados entre los costes de reconversión industrial y la obligación de cumplir con los objetivos de emisiones. Y mientras intentan mantener su cuota de mercado, pierden margen de maniobra frente a los nuevos actores que llegan con una visión mucho más clara y a largo plazo, con costes más bajos y sin la mochila de un siglo de motores térmicos a su espalda.

Aún hay tiempo para reaccionar

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A pesar del panorama sombrío, no todo está perdido. Europa aún puede revertir parte del retraso si actúa con rapidez y decisión. Las ayudas públicas no pueden ser eternas, pero sí son necesarias para iniciar un círculo virtuoso: estimular la demanda interna, justificar inversiones industriales, reducir costes y, con ello, hacer innecesarias las propias subvenciones a medio plazo.

Medidas como las ayudas públicas han ayudado a mantener viva la demanda, pero los expertos piden ir más allá. Una de las propuestas que gana fuerza es la creación de un plan de ahorro verde. Su lógica es sencilla: ofrecer a los hogares un tipo de interés bonificado si se comprometen a comprar un coche eléctrico en un plazo de tres a cinco años. Con ello se garantizaría un flujo previsible de compradores, permitiendo a los fabricantes planificar su producción e inversiones con mayor seguridad.

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Las exportaciones de China no paran de aumentar

Pero la clave es ofrecer modelos con prestaciones decentes y precios razonables. Dejar de apostar por los modelos de mayor margen y hacerlo por los de volumen, que permitan activar una economía de escala fundamental para ser competitivos. Algo que a los grupos europeos les está costando un mundo lograr, pero que poco a poco están haciendo.

El reto no es menor. Europa no solo se juega la supervivencia de una industria, sino una parte esencial de su economía. Si el continente no consigue desarrollar su propia cadena de baterías, asegurar el suministro de materias primas críticas y desplegar una red de carga suficiente, el riesgo es convertirse en un simple mercado de consumo para las marcas chinas y estadounidenses.

Las próximas cinco años serán decisivas. Si Europa logra consolidar una industria del coche eléctrico competitiva, mantendrá su independencia tecnológica y su peso económico. Si no, perderá un siglo de liderazgo y millones de empleos. El reloj corre, y esta vez no hay margen para la complacencia.

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