
El nuevo impuesto a los coches eléctricos que llega antes de lo esperado
La popularización de los coches eléctricos trae beneficios para sus conductores y para el aire de las ciudades. Sin embargo, las arcas públicas dejan de ganar dinero, por lo que ya se están empezando a tomar medidas.

La transición hacia los vehículos eléctricos, tradicionalmente con una serie de ventajas económicas y fiscales frente a los de combustión, tiene un efecto directo en el afán recaudatorio de las arcas públicas. Ya lo venimos avisando desde hace varios meses: muchos países, ciudades, políticos en general… están planteando la introducción de un impuesto por kilómetro a los coches eléctricos.
Está claro que para potenciar la venta de los coches eléctricos es necesario que se ofrezcan beneficios a sus nuevos propietarios, especialmente cuando el salto a esta nueva tecnología supone un esfuerzo económico importante, mientras que los precios no se igualen a los de combustión. Más allá de la permanencia de las ayudas a su compra, que también está poniéndose en duda (Estados Unidos las ha eliminado de un plumazo), la llegada de un nuevo impuesto al uso de los coches eléctricos, si bien no genera el mismo tipo de recaudación que los de combustión, puede ser un auténtico lastre para la industria.
Sobre todo porque todavía hay mucho camino que recorrer en buena parte del mundo hasta que las ventas de vehículos eléctricos despeguen. Imponer un pago por uso en estos vehículos cuando todavía la proporción en el parque automovilístico es tan baja puede ser contraproducente e ir en contra de los planes de acelerar la transición hasta esta tecnología. No cabe ninguna duda de que esta falta de recaudación se debe compensar de alguna forma, ¿pero de forma tan temprana?

Reino Unido fue el último ejemplo aquí en Europa: su gobierno está preparando una ley que lleve al cobro de un impuesto por kilómetro recorrido a los coches eléctricos. La norma prevé aplicar una tasa de 3 peniques por cada kilómetro recorrido, además de cobrar un nuevo pago anual en concepto de impuesto de circulación de 195 libras desde el pasado mes de abril (222 euros). Es decir: que un conductor que recorra 13.000 kilómetros al año, tendrá que apoquinar cerca de 500 euros adicionales de forma anual.
El objetivo detrás de esta medida está claro: recuperar los ingresos perdidos por la caída de la recaudación del uso de los combustibles fósiles, de la gasolina y el diésel. Londres, siguiendo en las islas británicas, ya se plantea el cobro de peajes urbanos a este tipo de vehículos. Y en otros lugares del mundo las propuestas empiezan a crecer como la espuma.
California, por ejemplo, ha retomado recientemente un proyecto piloto para recuperar parte de la recaudación perdida por la creciente venta de coches eléctricos, y que iba destinada principalmente al mantenimiento de sus carreteras. Allí, en la costa oeste de los Estados Unidos, ya hablan de cobrar entre 2 y 4 centavos de dólar por kilómetro, aunque está por ver cómo hacerlo. Instalar un sistema de "trackeo" de los kilómetros del vehículo es viable técnicamente, pero costoso a gran escala, aparte de los interrogantes que plantea desde el punto de vista de la privacidad.
Otros ejemplos repartidos por el mundo no los tenemos muy lejos. En Noruega, paraíso de los coches eléctricos en Europa, se plantea ya eliminar la exención del IVA para los modelos más caros ya para el período 2026-2027. En Países Bajos, la exención de impuestos ya se está reduciendo y se irá eliminando gradualmente de aquí al 2031.
En Austria, desde abril estos vehículos ya no están exentos del impuesto de seguro vinculado al motor. En Nueva Zelanda, los eléctricos ya no tienen la excepción de la tasa por uso de las carreteras. En Francia, muchas regiones ya no cuentan con la exención del impuesto de matriculación para estos vehículos.



