
Jeremy Clarkson y James May se burlaron de los coches eléctricos hace 14 años, y el tiempo les ha quitado la razón
Hace más de una década, los presentadores del programa del motor más popular a nivel global, Top Gear, se dedicaban a menospreciar al coche eléctrico. Su prueba del Tesla Roadster, con demanda de Tesla, y del Nissan LEAF y el Peugeot iOn, fueron la excusa perfecta para denostar a los eléctricos. Pero el tiempo ha terminando enterrando a los dinosaurios.

Que vaya por delante que soy muy fan de Top Gear. A pesar de ser la cuna de los petrolhead, su factura técnica, estética y el humor inglés del trio de presentadores era magnética. Pero una cosa no quita la otra, y en relación a los coches eléctricos está claro que eran como el agua y el aceite.
Hace 14 años, en uno de esos episodios memorables de Top Gear, Jeremy Clarkson y James May se pusieron al volante de dos coches eléctricos para recorrer la campiña británica. Clarkson conducía un Nissan Leaf, mientras que May iba en un Peugeot iOn. El resultado fue, por decirlo suavemente, un desastre.
La ansiedad por la autonomía no tardó en aparecer, y la escasa infraestructura de carga de aquella época acabó condicionando toda la experiencia. En mitad del viaje, el navegador les informaba de que el punto de carga más cercano estaba a más de 70 kilómetros, cuando al Leaf de Clarkson apenas le quedaban unos 10 km de autonomía.

Con la batería totalmente agotada, no les quedó otra que empujar el coche hasta la universidad más cercana, buscando una imagen lo más llamativa y negativa posible, donde al menos encontraron un enchufe de pared convencional. Tardaron más de 10 horas en recuperar una carga completa. Diez horas para una carga que apenas daba 100 km de autonomía, pero que habrían podido reducir de haber cargado energía hasta el punto rápido más cercano. Pero el espectáculo es el espectáculo.
Durante la eterna pausa, Clarkson y May aprovecharon para cargar también su discurso habitual: que si las baterías durarían poco, que si los coches eléctricos no eran prácticos, que la tecnología estaba verde… Lo típico. Y es que Clarksson incluso se llegaba a inventar que las batería de los coches eléctricos apenas durarían cinco años. Algo que ha tenido cierto calado en la sociedad, principalmente entre las personas menos informadas.

Si es cierto que en aquella época las autonomías eran muy limitadas, y las estaciones de carga todavía más. Pero también es cierto que esos coches no eran para viajar, aunque si uno se lo proponía podía hacerlo.
Pero lo más curioso es cómo el tiempo les ha dejado en evidencia. Hoy, más de una década después, la escena parece sacada de otro siglo. Todavía circulan por las carreteras muchos de esos primeros Leaf de primera generación, a pesar de sus graves problemas de degradación, y también hay muchos modelos del Peugeot iOn y sus hermanos de grupo, que 14 años después siguen circulando. Con menos autonomía que entonces, pero ahí siguen.
Los coches eléctricos de hoy no tienen nada que ver con los de entonces. Autonomías de 400 o 500 kilómetros reales, cargas rápidas que apenas duran 20 minutos, infraestructura por todas partes… y todo esto sin perder la esencia: conducción silenciosa, suave, y sin emisiones.
En retrospectiva, aquel episodio sirve como una cápsula del tiempo. Una muestra de cómo eran las cosas en los inicios y de cuánto ha evolucionado todo. Y también, por qué no decirlo, como un recordatorio de que incluso los más famosos pueden equivocarse. Y en este caso por mucho.
El consuelo es que al menos, James May se ha ido convirtiendo algo en electrofan, mientras que Richard Hammond también abrió algo su mente, incluso su cabeza, al estrellarse con un Rimac en las carreteras suizas.


