Desde el estallido de la guerra de Ucrania, la amenaza del suministro de gas natural desde Rusia, así como su precio en constante ascenso, han provocado que Europa se haya movido como nunca lo había hecho para buscar alternativas. Pero las urgencias está provocando que los gobiernos se lancen a la carrera regando de miles de millones sectores como el del hidrógeno, pensando en el transporte, la industria, pero también para sustituir al gas natural en los sistemas de calefacción. Algo que cada vez más estudios indican que es una muy mala idea.
Por ejemplo, el último informe del Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU concluyó en su reciente informe de Reducción del Cambio Climático que cerca del 0% de los edificios se calentarán con hidrógeno en 2050. Sin duda, un primer aviso.
Por su parte la consultora McKinsey llegó a la misma conclusión en su último estudio, mientras que la Agencia Internacional de Energía (IEA) encontró en su informe Net Zero para 2050, que menos del 2% de las viviendas usarán hidrógeno para su climatización.
Y así casi todos los estudios independientes, que tienen como conclusión que para calentar las viviendas, el hidrógeno no es una buena opción por diferentes motivos.
Por un lado está el coste y la eficiencia. Optar por el hidrógeno es mucho menos eficiente que hacerlo por bombas de calor. A esto se añade el coste ambiental, ya que es necesario desplegar muchas más energías renovables para producir menos energía final, algo que supone aumentar las emisiones en la producción de elementos como turbinas eólicas, paneles solares…etc.
Y es que según los estudios, entregar una unidad de calor con hidrógeno verde requiere entre cinco y seis veces más electricidad que con las bombas de calor. Esto significa de cinco a seis veces más capacidad de generación, más recursos, más terreno, más inversión.
Además, se añade otro problema. El coste de adaptar las redes de distribución. Según el informe del lobby de empresas que buscan implantar un sistema de distribución de hidrógeno Ready4H2, que no son sospechosos precisamente de inflar los datos en contra del propio hidrógeno, ha indicado en su último informa que solo el 24% de sus miembros dijeron que estarían completamente listos para alcanzar un 100% de hidrógeno para 2035, y el 67% dijo que lo estaría para 2040.
Esto traducido supone que una tercera parte de los operadores más convencidos con el hidrógeno para calefacción, indican que no estarán completamente preparados para las redes de distribución del vector hasta dentro de 20 años, y tres cuartas parte de estos convencidos dan un plazo mínimo de 15 años.
Frente a esto, los expertos indican que para la climatización la mejor opción es optar por unas bombas de calor que además han evolucionado de forma importante en los últimos años, y que les permiten trabajar en arcos de temperatura muy amplio, lejos de las limitaciones en climas fríos de los primeros modelos.
Unas bombas de calor que además de más eficientes, ofrecen la posibilidad de entregar frío o calor a sus propietarios. Algo que aumenta su flexibilidad y utilidad.
Entonces si para el transporte el hidrógeno no tiene apenas utilidad, y para la calefacción tampoco, queda la pregunta de qué sectores sacarán partido a esta tecnología en la que se están invirtiendo cientos de miles de millones de euros públicos y privados. Algo que deja aplicaciones como los fertilizantes o alimentar la industria pesada como únicos espacios donde se pueda sacar partido económicamente a este elemento que se ha colocado como uno de los pilares del futuro energético de Europa.