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La bomba de relojería de Europa con su enorme dependencia del diésel

A pesar de que en los últimos años Europa ha dado pasos adelante para reducir su dependencia energética, esta se ha centrado casi en exclusiva en el transporte ligero y la producción eléctrica. Pero la realidad es que casi todo lo que comemos y casi todo lo que compramos se produce o mueve actualmente con vehículos diésel. Una situación extremadamente peligrosa que corre el riesgo de explotarnos en la cara a corto plazo.

Así lo indican los datos de Bloomberg, que en su último informe pone sobre la mesa la dinámica que está tomando el diésel. Un combustible cada vez menos popular entre los vehículos, pero casi exclusivo para aplicaciones industriales, como la maquinaria agrícola o el transporte pesado.

La dinámica es bastante preocupante, y si por un lado los futuros del petróleo han aumentado hasta los 95 dólares el barril, mucho peor es la situación del diésel refinado, que ha escalado hasta los 140 dólares en Estados Unidos, mientras que su equivalente europeo ha aumentado un 60% este verano.

Lo peor es que este aumento se produce a las puertas del invierno en el hemisferio norte. Una época donde las calefacciones vuelven a consumir grandes cantidades de diésel. Esto se combina con otros factores como el reciente anuncio de Arabia Saudí y Rusia de reducir su producción de petróleo, la guerra que la propia Rusia está llevando adelante en Ucrania y las sanciones por esto, así como los todavía visibles efectos del parón por el Covid, que llevó al cierre a las refinerías menos eficientes.

El resultado empieza a notarse tanto en las gasolineras, donde el precio del diésel ha repuntado de forma importante en las últimas semanas, como en las reservas, tanto en Estados Unidos como en los países de la OCDE, que están muy por debajo de las cifras de hace cinco años.

Reservas de diésel

Y si suben los precios del diésel, las consecuencias son evidentes. Un incremento que tiene su reflejo en una cesta de la compra totalmente expuesta al coste del carburante.

Un elefante en la cacharrería que no tiene la suficiente atención por parte de los estados europeos, que se han centrado en lanzar medidas para la transformación de la flota de vehículos privados en eléctricos, y la puesta en marcha de agresivas medidas para expulsar del centro de las ciudades a los modelos más contaminantes.

Pero mientras tanto, la producción de alimentos, así como su transporte, apenas ha recibido atención y se mantienen salvo alguna pequeña excepción, en la casilla de salida para reducir su absurda dependencia del diésel.

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