Los coches gasolina son incluso más contaminantes de lo que se pensaba

Un estudio científico revela que los coches gasolina más modernos, pese a cumplir la normativa EURO 6d, generan compuestos altamente tóxicos tras interactuar con la atmósfera. Estas emisiones envejecidas causan daño celular, estrés oxidativo y efectos adversos en la salud pulmonar.

Los coches gasolina son incluso más contaminantes de lo que se pensaba
Test de emisiones

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Publicado: 30/05/2025 08:42

Uno de los argumentos más repetidos en defensa del coche a gasolina moderno es que sus emisiones son mucho menores que los modelos antiguos. Unas motorizaciones que han ganado terreno a los diésel bajo el paraguas de normativas como la EURO 6d. Y es que, presuntamente, los filtros de partículas y catalizadores actuales permiten que lo que sale del tubo de escape tenga menos partículas. Pero un nuevo estudio publicado en Science Advances desmonta esa visión. Y lo hace con una conclusión contundente: las emisiones más peligrosas no son las que ves, sino las que se forman después.

El estudio se ha centrado en analizar las emisiones de un coche gasolina con normativa EURO 6d y filtro de partículas. En condiciones de laboratorio, las emisiones recién expulsadas apenas mostraban compuestos tóxicos. Sin embargo, al simular lo que ocurre cuando esos gases pasan horas o días en la atmósfera —expuestos a la luz solar y a otros compuestos—, los resultados cambiaron radicalmente.

Este proceso, conocido como envejecimiento atmosférico, provocó la aparición de partículas ultrafinas, compuestos volátiles oxigenados y derivados del benceno como el naftaleno. Sustancias altamente reactivas y peligrosas para la salud humana. Aunque el filtro atrapaba las partículas originales, el envejecimiento generaba otras nuevas, mucho más dañinas, en la atmósfera.

Benceno, acetaldehído, formaldehído… el cóctel invisible

Emisiones escape

Entre los compuestos que más preocupan están los hidrocarburos aromáticos (ArHC), que representaban hasta un 60 % de todos los compuestos orgánicos volátiles detectados. El más persistente: el benceno, un conocido carcinógeno humano. También se detectaron elevadas concentraciones de formaldehído, acetaldehído y acetona, todos ellos generados tras el envejecimiento del escape.

La presencia de estas sustancias aumentó hasta 23 veces tras el envejecimiento atmosférico, lo que sugiere que incluso los vehículos más modernos están generando indirectamente una importante carga contaminante secundaria.

El estudio fue más allá de la medición química: expuso células pulmonares humanas a las emisiones del coche. Las emisiones frescas no mostraron efectos preocupantes. Pero las envejecidas sí. Las células expuestas perdieron actividad metabólica, mostraron daño en las membranas y una importante citotoxicidad. El 75 % de las células alveolares murieron o se desprendieron tras solo cuatro horas de exposición.

Concentraciones y composiciones de PN en emisiones diluidas del tubo de escape

Además, se detectó daño en el ADN y un fuerte estrés oxidativo, particularmente en la zona alveolar del pulmón, donde las partículas tienden a depositarse. Este tipo de daño está relacionado con enfermedades respiratorias crónicas y cáncer de pulmón.

El problema es que la normativa EURO 6d —la más estricta en Europa— solo regula las emisiones directas. No tiene en cuenta lo que ocurre con esos compuestos una vez llegan a la atmósfera. Y este estudio demuestra que esa transformación química convierte algo inicialmente poco tóxico en un potente agente contaminante.

Por tanto, urge revisar la legislación para incorporar límites no solo a las emisiones primarias, sino también a los precursores que generan contaminantes secundarios, como los hidrocarburos aromáticos.

Este estudio deja claro que incluso los coches gasolina más nuevos y eficientes siguen representando un problema ambiental y de salud pública, aunque cumplan la ley. Las emisiones invisibles siguen teniendo consecuencias. Y esas consecuencias las respiran todos.

Si realmente se busca mejorar la calidad del aire y proteger la salud, no basta con actualizar los motores: hay que ir más allá. El coche eléctrico, que no emite contaminantes ni partículas en circulación, se postula como la única opción cero emisiones real.

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