
¿Está Tesla aplicando la obsolescencia programada con sus actualizaciones?
Uno de los argumentos de venta de Tesla desde su fundación ha sido el de que ha mantenido sus coches actualizados, y de forma gratuita. Unas novedades que suelen traer funciones adicionales, o corrigen otras que no estaban pulidas cuando llegaron, pero que ahora las sospechas empiezan a sonar por las quejas de muchos usuarios de que estas actualizaciones están empeorando su experiencia de conducción.

Desde hace unos meses, he notado que mi Tesla Model 3 del 2019 empieza a fallar cuando me quiero conectar con la app. Por ejemplo, si quiero encender el climatizador a distancia. Algo que vale oro en invierno. Pero el coche no se conecta. No sucede siempre, pero si de forma bastante molesta y habitual. Algo que me ha llevado a investigar un poco y ver que no soy el único.
En los últimos meses, algunos propietarios de coches eléctricos de Tesla han empezado a compartir en Reddit ciertos problemas que, según ellos, habrían surgido justo después de instalar una nueva actualización de software. Y claro, salta la pregunta del millón: ¿puede una simple actualización estropear un componente físico? ¿Estamos ante una forma de obsolescencia encubierta o es solo percepción?
¿Qué pueden causar realmente las actualizaciones OTA de Tesla?

Estas actualizaciones, similares a las que recibe cualquier móvil, pueden modificar desde la interfaz del sistema hasta el comportamiento de elementos clave del coche. A veces, cuando algo falla tras una OTA, las alarmas saltan. Un buen ejemplo fue la versión 2025.20.6, que provocó problemas como la cámara trasera o fallos en la cartografía en varios países.
Pero una actualización no puede afectar un componente por sí sola. El software no manda corrientes mágicas que quemen piezas. Lo que sí puede pasar es que una OTA deje al descubierto un fallo ya latente, o que un error en la programación afecte indirectamente a la gestión térmica o eléctrica del coche. Esto último, aunque técnicamente posible, es raro y no suele tener consecuencias graves. Además, desde un punto de vista empresarial, sería una locura que cualquier fabricante provocase fallos a propósito: los costes en imagen, reclamaciones y confianza del cliente serían inasumibles.
En los últimos dos años, los casos reales se pueden agrupar en dos tipos. Por un lado, los fallos de software, que suelen corregirse en pocas semanas con nuevas versiones. Es lo que ocurrió con los problemas de la cámara de marcha atrás o los errores de mapas, que quedaron resueltos según portales como Not A Tesla App.

Por otro lado, están las averías de hardware, y aquí sí hay datos más concretos. A finales de 2024 y principios de 2025 se documentaron fallos en módulos de cámaras y centralitas del sistema HW4. Estos fallos aparecían en determinados lotes y fueron debatidos ampliamente en foros como Tesla Motors Club, hasta que la propia marca reconoció su existencia.
Uno de los casos más sonados ocurrió en octubre de 2025, cuando la NHTSA (la agencia de seguridad vial de EE. UU.) ordenó un recuerdo para unos 13.000 coches, tanto Model 3 (2025) como Model Y (2026), por un problema en un contactor de alta tensión. El informe de la agencia deja claro que el fallo era mecánico y en ningún momento apunta a una actualización como causante. Hablamos de piezas con defectos, no de software que las destruya.
También está la molesta cuestión del Autopilot. Las actualizaciones han mejorado y empeorado su rendimiento. Las frenadas fantasma siguen ahí, y ahora se añade que la ausencia del sensor frontal hace que el sistema se base en un formato visual. Esto se traduce que ante una pequeña llovizna o niebla, el coche pueda decidir que no hay suficiente visibilidad y reduce la velocidad a cifras peligrosas. Todo para evitar el tener que gestionar la situación. Incluso cuando usamos el control de velocidad sin el Autopilot.
¿Una estrategia de obsolescencia?

Si Tesla estuviera forzando el desgaste de sus coches mediante actualizaciones, veríamos un patrón claro: problemas repetidos, siempre tras nuevas versiones, con fallos idénticos. Pero eso no es lo que está ocurriendo. Los errores de software aparecen y desaparecen según el ciclo de versiones, y los fallos mecánicos siguen el patrón habitual de cualquier fabricante: defectos de fabricación, piezas problemáticas o desgaste natural.
Además, la estrategia no tiene sentido económico ni industrial. Las llamada a revisión cuestan millones, dañan la imagen de marca y van justo en contra del principal atractivo de Tesla: la mejora constante a través de actualizaciones. Apostar por el deterioro inducido sería dispararse en el pie.
Además, la imagen de Tesla no está en su mejor momento, y cualquier pequeño fallo corre como la pólvora por redes sociales y webs, lo que hace que su solución se realice rápido para evitar problemas mayores.
La conclusión es que posiblemente Tesla no esté aplicando obsolescencia de forma premeditada. Si hay fallos puntuales en diferentes unidades que necesitarán o una nueva actualización, o en algunos casos una visita al servicio técnico, como en el caso de la conectividad que ha supuesto que diferentes clientes hayan tenido que pedir el cambio del modem interno del coche.


