
Plata o plomo: los fabricantes amenazan a Europa con retirar inversiones si no relaja su veto al motor térmico en 2035
Los grandes fabricantes alertan de un posible frenazo en la inversión industrial en Europa si no se ajustan las normas ambientales actualmente en marcha. Una amenaza de retirada de inversiones si no se da más margen para cumplir la prohibición al motor de combustión en 2035.

Los grandes directivos del sector del automóvil lo tienen claro: si la Unión Europea da marcha atrás, aunque sea parcialmente, en la prohibición de vender coches nuevos con motor de combustión a partir de 2035, las inversiones industriales crecerán de forma inmediata. Es un mensaje directo a Bruselas que llega en un momento clave, con la normativa todavía bajo revisión y con crecientes tensiones económicas y políticas.
Antonio Filosa, CEO de Stellantis, lo expresó sin rodeos durante un acto reciente celebrado en París por la asociación francesa de la automoción (PFA): “Si hay un cambio importante y urgente en la regulación, evidentemente multiplicaremos nuestra inversión”. Una frase que suena a advertencia y promesa a partes iguales, y que pone sobre la mesa lo que está en juego.
El contexto europeo es delicado. La producción de coches en Europa sigue sin recuperar los niveles previos a la pandemia, mientras otras regiones están tomando la delantera. En Estados Unidos, por ejemplo, las promesas de inversión por parte de los fabricantes se han disparado después de que Donald Trump suavizara varias normativas diseñadas para acelerar la transición al coche eléctrico.

Ante esa situación, los fabricantes están ajustando su estrategia a cada región. Donde ven flexibilidad y apoyo normativo, responden con fábricas, empleos e innovación. Donde perciben rigidez o incertidumbre, frenan el ritmo.
Europa, según reconocen algunas voces del sector, corre el riesgo de quedarse atrás si mantiene una posición demasiado dura o poco realista en lo que respecta a los calendarios de descarbonización. Otros indican que Europa ya se ha quedado atrás, y que un freno a la movilidad eléctrica sería incluso más catastrófico a medio y largo plazo.
Desde el sector insisten en que no se trata de frenar la electrificación, sino de aplicar una transición más racional, especialmente en un momento en que la demanda de coches eléctricos no crece al ritmo previsto dentro de los grupos tradicionales.

Los fabricantes europeos defienden su posición con argumentos de que "las dudas de los consumidores, los precios aún elevados y la infraestructura de recarga insuficiente siguen pesando en la balanza". Aunque al mismo tiempo vemos como marcas que apuestas todo por la electrificación no paran de crecer.
En este juego de equilibrios entre política, economía e industria, los fabricantes mueven ficha. Y el mensaje que quieren mandar es que "si Europa quiere ser protagonista en el nuevo mapa de la automoción global, tendrá que ofrecer algo más que obligaciones".


