
¿Están los grandes fabricantes alemanes al borde de su desaparición tal como los conocemos?
Las marcas alemanas viven una tormenta perfecta: pierden mercado por su miopía con el coche eléctrico, rentabilidad y control sobre sus futuros. Cuatro escenarios futuros ponen en duda su soberanía, aunque aún queda una opción para reinventarse y seguir liderando.

En los últimos meses estamos viendo anuncios muy preocupantes sobre el futuro de los gigantes alemanes del automóvil. Volkswagen, Mercedes y BMW presentan balances cada vez más pesimistas lo que para algunos expertos en Alemania, pone en duda su supervivencia. Algo que ha analizado el experto Philipp Raasch en un vídeo.
Según Raasch, para entender bien lo que está en juego, conviene empezar por aclarar qué significa “no sobrevivir” en este contexto. No se trata de quiebras, estas marcas son demasiado grandes, demasiado relevantes política e industrialmente. Vamos, que son demasiado grandes para que los estados las deje caer. Más bien hablamos de una transformación profunda: perder autonomía, ceder liderazgo tecnológico, desplazar la creación de valor. La marca seguirá existiendo, pero el centro de control, la estrategia, el beneficio podrían ya no estar en Alemania sino en lugares como China.
Este panorama lo han descrito expertos como Carlos Tavares y Moritz Schularick. El primero advierte que en 10‑15 años habrá sólo cinco o seis grandes grupos automovilísticos globales y ninguno será alemán. El segundo va más allá y afirma que los tres grandes alemanes ya no existirán “en su forma actual” hacia finales de esta década.
Peligro para los grupos alemanes: ¿por qué ahora?

El contexto ha cambiado de forma acelerada y no por un solo motivo, sino por una combinación de factores que convergen al mismo tiempo:
- Por un lado, la transición cuesta miles de millones: nuevas plataformas, fábricas de baterías, desarrollo de software… una inversión colosal en poco tiempo para afrontar el paso de los motores tradicionales a coches eléctricos. Una inversión que de haber sido realizada de forma paulatina hace años, no supondría un desafío.
- Al mismo tiempo, se está desmoronando la “máquina de efectivo” china: durante años, China fue el gran motor de ganancias para los fabricantes alemanes; hoy la cuota de mercado local de marcas chinas ronda el 70 % y hace cinco años estaba en aproximadamente un tercio. Y la tendencia bajista se está acelerando.
- Para los tres grandes alemanes, ese mercado resultó clave. Su pérdida supone que la inversión que hacían ya no se ve compensada. Y esto mientras en Europa el crecimiento se estanca y en EE.UU. domina la política “America‑First”.

Con estos mimbres, lo que hace unos años parecía impensable empieza a cobrar forma. Y esto nos lleva a cuatro escenarios realistas para el horizonte 2035. Ninguno supone una desaparición formal, pero todos implican una pérdida de soberanía industrial.
Cuatro futuros que ya podemos imaginar

1. La “volvoización” En este escenario, las marcas alemanas siguen existiendo como nombres globales, pero pierden el control estratégico. El capital, la tecnología, la toma de decisiones se desplazan hacia China, como le ha pasado a Volvo. Ya hay indicios: en Mercedes el porcentaje chino ronda el 20 %, con BAIC y Geely controlando participaciones importantes. Las fábricas germanas se quedarán con tareas de diseño o montaje para Europa, mientras el valor central se diluye fuera.
2. El modelo de licenciamiento de marca Aquí la idea es que Europa se cierre: aranceles altos, regulaciones estrictas. Las marcas alemanas siguen vistiendo los coches, pero ya no fabrican ni venden en los mercados clave de crecimiento. Ejemplo: Audi en China ha lanzado una submarca desarrollada casi por completo por SAIC. La marca aporta diseño, SAIC plataforma, baterías, motor. El siguiente paso lógico sería que el grupo chino compre directamente la marca para el mercado local. Los alemanes pasarían a cobrar solo regalías. Es económicamente racional, pero estratégicamente una cesión total.
3. La “nicho premium” Los fabricantes alemanes renuncian al volumen de masa para centrarse en el segmento muy alto, allí donde el estatus de la marca y el lujo aún pesan. ¿El problema? Los costes fijos siguen siendo enormes, y si se venden menos unidades, es más difícil mantener el ritmo de innovación. Porsche y Mercedes muestran que, aunque se asocien al lujo, hoy en día el producto también tiene que estar tecnológicamente al día. Y no siempre lo está.
4. El “efecto Foxconn” Aquí el fabricante alemán deja de fabricar sus propios coches y se convierte en mero contratista para otros. Deja de tener marca propia. Produce para clientes como Apple, Baidu o plataformas de movilidad. Mantiene fábricas y empleo industrial, pero pierde el margen, la estrategia y el acceso al cliente final.
¿Hay alguna alternativa?

Sí. Existe un quinto escenario: que la transformación funcione. Que las marcas alemanas aprovechen sus fortalezas, marcas reconocidas, capital, ingeniería de élite, y logren convertirse en empresas tecnológicas, centradas en el software.
Pero esto exige una mentalidad completamente distinta. Dejar de pensar como fabricantes industriales y empezar a pensar como plataformas. Y, sobre todo, humildad: aprender de China, como ellos aprendieron antes de Europa. El liderazgo tecnológico no está escrito en piedra. Y si los chinos han llegado a donde están en menos de diez años, también podrían perderlo si alguien más corre más rápido.
La pregunta no es si tenemos los recursos. La pregunta es: ¿podemos cambiar lo suficientemente rápido? ¿Empezarán los grupos europeos a pensar a medio y largo plazo y no solo en los bonus del trimestre?


