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La contaminación sepulta Madrid. Niveles para limitar el tráfico en la capital

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Una nube de dióxido de nitrógeno está asfixiando a los residentes de Madrid. Este fin de semana el buen tiempo y la ausencia de viento ha provocado que la boina de contaminación, que ya se ha convertido en un elemento más de la decoración de la capital, haya sido especialmente intensa.

Según los últimos datos, los elevados niveles de contaminación permitirían al ayuntamiento de Madrid aplicar restricciones a la circulación, como reducir la velocidad en las circunvalaciones, o prohibir el acceso a determinadas zonas sensibles. Un protocolo presentado el pasado mes de julio, pero que llegado el momento no se ha aplicado.

 

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El resultado es que los madrileños y visitantes tienen que soportar unos niveles de contaminación elevados, mientras que la administración tendrá que afrontar las sanciones que le impondrán desde Bruselas por superar una y otra vez los límites establecidos. Un ejemplo lo tenemos en los niveles de contaminación de las diferentes estaciones.

Madrid sufre de forma especial la presencia del peligroso dióxido de nitrógeno, que tiene su origen en los motores de diésel de los automóviles. Una realidad que muchas ciudades europeas han visto, y que ha supuesto la puesta en marcha de agresivas medidas para reducir de forma paulatina su presencia en los centros urbanos.

El límite máximo antes de que salte una alerta, impuesto por la Unión Europea, se alcanza cuando dos estaciones de la misma zona superan los 250 microgramos por metro cúbico de dióxido de nitrógeno durante dos horas consecutivas. La estación de medición de Ramón y Cajal alcanzó el pasado día 30 de octubre un máximo de 416 microgramos, casi el doble de la cifra que hace saltar las alarmas.

 

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¿Qué medidas tomar? La más rápida y de carácter urgente es la de limitar el acceso al centro de la ciudad a los motores de combustión por días alternos. París ya puso en marcha esta medida cuando hace unos meses alcanzó un nivel de contaminación alarmante. Con esta acción los coches con matrícula par podían acceder un día, y los impares otro día. El resultado ha sido que los parisinos han compartido coche, y reducido las emisiones.

Pero esto no es más que un parche. La solución es la electrificación. No sólo de los vehículos particulares, si no sobre todo de los servicios públicos. Decenas de miles de taxis recorren cada día las calles de Madrid a la búsqueda de un cliente. También miles de autobuses completan sus rutas todavía impulsados en su mayor parte por motores diésel.

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Pero para lograr convencer a los profesionales, hace falta un fuerte despliegue de puntos de recarga para que dar el salto a un vehículo más eficiente y limpio no sea visto como un riesgo. Un despliegue que al igual que las medidas contra la contaminación, no parecen ser una prioridad para un gobierno que parece estar pensando en sus propio problemas más que en el de los ciudadanos.

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