Sin duda una gran noticia para los que esperan con impaciencia la llegada del Volkswagen ID.3, cuyo desembarco este verano se despeja de forma definitiva al confirmarse que el fabricante habría solucionado de forma definitiva los problemas de software que amenazaban su debut.
Según informes internos procedentes de VW, la causa de los problemas de software es que la arquitectura básica se había desarrollado «demasiado rápido», lo que resulta en partes del sistema que no funcionan correctamente cuando tenían que trabajar de forma conjunta. El resultado era un mal rendimiento, e incluso llegaban a no funcionar.
Estos problemas habrían sido más importantes de lo inicialmente previsto, pero parece que se han resuelto, lo que en la práctica supondrá poder entregar los primeros vehículos en un plazo que estaba previsto fuese este verano.
Pero antes el fabricante tendrá que realizar un duro proceso de actualización de cada una de las 30.000 unidades que ya han sido ensambladas en Zwickau, y que tendrán que recibir la nueva versión del software en los próximos días para llegar a tiempo a las entregas.
Sin duda una de las partes más interesantes de este duro proceso por el que está pasando Volkswagen es el ejemplo del cambio al que se enfrenta la industria del automóvil en su transformación hacia el coche eléctrico. La electrificación significa un cambio radical en las necesidades de competencia, el pensamiento de integración y la metodología de desarrollo y producción a los que los grandes grupos han tardado demasiado en acercarse.
Y eso que hablamos de una plataforma MEB cuyo diseño comenzó ya en 2015, y cuyo objetivo era optimizar el diseño de los coches eléctricos y agilizar el proceso de fabricación, incluyendo aspectos como el par, la potencia, la velocidad y la tracción a dos e incluso las variantes con tracción a las cuatro ruedas que llegarán en las próximas versiones, y que incluía el objetivo de cubrir con una misma base requisitos tales como la transmisión, el peso, la distancia entre ejes, el diseño y la ubicación de la batería e incluso también un aspecto como el albergar diferentes capacidades de baterías en una oferta variada de vehículos.
El principal problema es que la plataforma modular aunque ayuda a optimizar los componentes individuales y el sistema en su conjunto, se enfrenta al gran reto de lograr el equilibrio necesario para todos estos elementos a los que en los últimos meses se han tenido que añadir nuevos, como la digitalización, la conectividad o la conducción autónoma.
Para lograrlo, Volkswagen ha diseñado una arquitectura completamente nueva de extremo a extremo llamada E3, así como un nuevo sistema operativo llamado vw.OS, y que debutará con el nuevo ID.3.
Una nueva arquitectura de software que se habría instalado manualmente en los primeros 10.000 ID.3 producidos, lo que supondrá que otros 20.000 modelos ya que han salido de la fábrica tendrán que ser actualizados de forma remota gracias a otra de las nuevas funcionalidades con las que contará el software de Volkswagen con las actualización a distancia que permitirá además añadir posteriormente algunas funciones que no han podido ser incorporadas previamente.
Un verdadero «infierno de software» del que parece que Volkswagen está logrando salir y que facilitará la expansión de la familia ID con los próximos modelos que llegarán al mercado como el ID.4, que será el segundo miembro de la familia y que comenzará su producción este mismo verano coincidiendo con la puesta de largo comercial de su hermano pequeño.
Una lección para aquellas marcas que lo han dejado todo para el último momento, o aquellas que lo han puesto en manos de otras empresas, lo que supone que dependerán de las mismas en un futuro que claramente es eléctrico, y que con la irrupción de la pandemia parece que se ha acelerado por la búsqueda de los gobiernos de una salida más sostenible de esta situación.
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