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La caída de las ventas de combustibles en Noruega muestra la espiral mortal que amenaza al petróleo

Noruega se ha convertido en la gran referencia mundial en cuando a implantación del coche eléctrico. Un laboratorio viviente que nos permite ver con décadas de antelación como será el futuro del transporte, y que nos deja ver los efectos que tiene el salto a la electrificación en aspectos como las emisiones, pero también en las ventas y consumo de combustibles.

La agencia de estadísticas noruega SSB, ha publicado un informe donde muestra la relación de las ventas de combustibles con las de coches eléctricos. Una dinámica que está permitiendo al país nórdico rebajar su consumo de petróleo en torno al 9% anual gracias a la transformación de su flota.

El pasado mes de septiembre, Noruega ha logrado una cuota de ventas del 87% para los coches eléctricos puros (BEV) y del 6% para los híbridos enchufables (PHEV). Algo que nos indica que el pasado mes, el 93% de los coches que se han vendido en ese mercado contaban con una toma de recarga.

El efecto de la transformación en el consumo de carburantes

Es evidente que con esas tasas de implantación, el efecto en el consumo de carburantes tiene que ser importante. Bien es cierto que una cosa con las tasas de ventas, y otra la flota total. Y es que incluso en mercados como el noruego, la inmensa mayoría de los coches en la carretera siguen siendo diésel o gasolina. Pero los efectos son ya claramente visibles.

Se estima que en total hay en Noruega unos 2.3 millones de coches diésel, gasolina e híbridos no enchufables, mientras que los coches eléctricos e híbridos enchufables eran a finales de 2022 algo menos de 600.000 coches. Algo que nos indica que los eléctricos son apenas el 15% del total de coches circulando en ese mercado.

Pero a medida que los coches de combustión llegan al final de su vida útil, estimada entre 10 y 15 años de media, son reemplazados casi exclusivamente por modelos eléctricos. Algo que se traduce según las estadísticas que cada año se retiran del mercado entre un 6 y un 10% de los coches con motor de combustión de las carreteras noruegas.

La cuestión ahora es saber qué efecto tendrá esta situación cuando los grandes mercados logren también una implantación de ventas importante de coches eléctricos.

Alemania ya ha alcanzado el 15.8% de cuota de ventas en el primes semestre, siendo tradicionalmente el segundo el más activo en cuanto a ventas. Francia le sigue muy cerca, con el 15.5%, misma cifra que Portugal, mientras que Reino Unido ha alcanzado el 16.6% de cuota de ventas.

Otros mercados más pequeños, como Suecia, marchan a toda velocidad con un 37.3% de cuota de ventas, mientras que España se está quedando rezagada, y en los seis primeros meses apenas hemos llegado al 4.7% de ventas de coches eléctricos puros.

Esto nos indica que a mayor o menor ritmo, los países de Europa están transformando sus flotas hacia el coche eléctrico. Una transformación que cogerá velocidad según bajen los precios de los vehículos y mejoren sus prestaciones.

Un factor que vivirá un fuerte impulso entre 2024 y 2025, cuando se espera lleguen las propuestas de bajo coste, o precio razonable, de los grandes grupos europeos. Como el recién anunciado Citroën ë-C3, que contará con un precio de 23.800 euros, que serán 19.900 euros con una versión más sencilla unos meses después, y que será el preludio del desembarco de los modelos «de 25.000 euros» de marcas como Volkswagen, Opel o Renault. Entre otros.

Esto permitirá acelerar la adopción y también la retirada del mercado de los coches con motor de combustión, lo que supondrá una reducción del consumo de petróleo y sus derivados.

Algo que para algunos puede suponer un incremento de los precios de los carburantes. Pero la historia nos ha mostrado que cuando se ha reducido el consumo, han bajado los precios.

Podemos ver en este gráfico como las inestabilidades geopolíticas han elevado los precios, como el embargo de los países árabes durante la guerra de Israel contra sus vecinos, la guerra de Irán-Iraq de los años 80, la invasión de Kuwait por parte de Iraq, supusieron alzas importantes.

Pero lo más interesante es que el precio también ha vivido fuertes bajadas, relacionadas con la reducción de consumo. Tanto por la crisis económica del 2008, como por la mejora de la eficiencia de los motores de los vehículos en la década de 2010, como por el parón por la pandemia de 2020.

Esto quiere decir que el incremento de la electrificación debería suponer otro golpe al consumo, y por lo tanto, los productores tendrán que bajar los precios para intentar mantener a los clientes bajo su paraguas. Y es que unos carburantes caros hacen que la gente busque alternativas, mientras que con ellos baratos, lo hagan en menor medida.

Queda por último una cuestión que no es menor. Y es que a pesar de lo contaminante y destructiva que es la industria del petróleo, esta sigue recibiendo beneficios públicos escandalosamente grandes.

Según el Fondo Monetario Internacional, las ayudas al petróleo, el gas o el carbón sumaron más de 6,5 billones de euros, el equivalente al 7,1% del PIB global. Más de lo que los gobiernos gastan anualmente en educación (4,3% del ingreso global) y alrededor de dos tercios de lo que gastan en atención médica (10,9%).

Y lo que es peor, unos subsidios que no solo no han menguado, sino que siguen creciendo cada año. Un apartado crucial que los gobiernos deberían tomarse más en serio, ya que no se pueden poner pegas a los incentivos a las renovables y el coche eléctrico, al mismo tiempo que se abre la cartera de par en par para regar a las ya de por sí rentables industrias de los combustibles.

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