Gracias Donald Trump: Tesla llevará la producción de baterías a Alemania empujada por el giro político en Estados Unidos
Tesla planea producir baterías en su planta alemana a partir de 2027. El movimiento responde a un contexto político y económico que hace menos atractiva la producción en Estados Unidos y donde Europa, a pesar de todo, se posiciona como una alternativa más estable para la industria del coche eléctrico.
Según la agencia alemana DPA, Tesla planea iniciar la producción de baterías en su planta de Grünheide, a las afueras de Berlín, a partir de 2027. Un movimiento que, más allá de lo industrial, tiene una lectura política clara: las políticas regresivas impulsadas por Donald Trump en Estados Unidos están empujando a Tesla a trasladar parte de su cadena de valor a Europa.
La planta alemana, actualmente dedicada a la producción del Tesla Model Y, podría alcanzar una capacidad de hasta ocho GWh anuales, suficiente para alimentar unos 130.000 coches eléctricos al año. Esto supondría un cambio relevante respecto al esquema actual, en el que parte de los componentes se fabrican en Alemania, pero las celdas terminadas se importan desde Estados Unidos.
El objetivo de Tesla es claro: cerrar el círculo de la batería en Europa, siempre que se den las condiciones adecuadas. Para ello, la compañía estaría dispuesta a realizar una inversión de varios cientos de millones de euros, que se destinará a adaptar y ampliar la infraestructura ya existente en Grünheide.
Esta cifra se sumaría a los varios miles de millones de euros que Tesla ya ha invertido en la planta desde su inauguración en 2022.
Detrás de esta decisión hay un contexto internacional cada vez más tenso. La agenda política y económica de la administración Trump están generando incertidumbre para los fabricantes que dependen de cadenas de suministro globales. Aranceles, restricciones comerciales y un enfoque claramente nacionalista hacen menos atractiva la producción de componentes clave en Estados Unidos, especialmente para abastecer al mercado europeo. Europa, con un marco regulatorio más estable y previsible, aparece como una alternativa lógica.
Además, el movimiento de Tesla coincide con un cambio de tono en la política industrial europea. La Comisión Europea ha decidido flexibilizar su hoja de ruta hacia la movilidad eléctrica, suavizando las normas que apuntaban a un fin tajante de los motores de gasolina y diésel en 2035. Algo que ofrece alfombra roja a los fabricantes que apuesten por el coche eléctrico, que tendrán menos competencia de las marcas europeas.
Aun así, producir baterías en Europa no es sencillo. Tesla reconoce que la rentabilidad sigue siendo un reto, especialmente frente a la fuerte competencia de fabricantes chinos y estadounidenses, que cuentan con economías de escala más avanzadas. Europa, pese a los esfuerzos de los últimos años, sigue por detrás de China en el desarrollo de grandes capacidades de producción de celdas.
En paralelo, Tesla atraviesa un momento delicado en el mercado europeo. Las ventas han perdido fuerza, en parte por una gama que empieza a acusar el paso del tiempo, y también por el desgaste de la imagen pública de Elon Musk. Sus posicionamientos políticos, incluido su apoyo a la AfD en Alemania y su implicación en la administración Trump, han generado rechazo en algunos sectores del público europeo. A esto se suman los choques con los reguladores europeos por el sistema de asistencia a la conducción comercializado como Full Self-Driving. Aspectos que una producción más local podrían ayudar a mitigar ligeramente.
Pese a todo, el mensaje que lanza Tesla con este posible traslado de la producción de baterías es contundente: Europa gana peso como refugio industrial frente a un Estados Unidos cada vez más imprevisible y negacionista. Y, paradójicamente, unas políticas pensadas para proteger la industria nacional estadounidense podrían acabar reforzando el papel de Europa en la nueva era del coche eléctrico.
