¿Pueden los sistemas de recarga inalámbricos ayudar a la popularidad de los coches eléctricos?
Hace unas semanas hemos visto el importante acuerdo de colaboración firmado por Renault con Qualcomm, por la cual se pondría en marcha un programa de pruebas del sistema de recarga sin cables en los modelos del fabricante francés, para comprobar sobre el terreno las posibilidades de esta interesante tecnología.
La idea es que en pocos años podamos recargar la batería de nuestro coche sin la necesidad del engorroso cable, algo especialmente interesante en las recargas públicas donde además de la comodidad, se reduce también la posibilidad de vandalismo, pero el potencial de la recarga va mucho más allá y a pesar de que en una primera fase la idea es instalar los sistemas para la recarga, en pocos años podríamos instalar carriles y permitirnos cumplir el sueño de la recarga en movimiento.
Para una persona no acostumbrada a esta tecnología, la idea de prescindir de un cable, y sustituirlo por la simple acción de estacionar sobre un emisor debería tener efectos positivos sobre la percepción de este tipo de vehículos, pero además si esta nos permite extender la autonomía de nuestra batería simplemente circulando sobre un carril adaptado con el sistema de recarga, debería suponer un tremendo impacto sobre el consumidor.
Es evidente que se trata de una teoría, ya que adaptar un carril para permitir la recarga es una acción extremadamente costosa, pero se trata de una posibilidad totalmente real y en la que varias empresas ya están trabajando, por lo que a pesar de sonar a ciencia ficción tarde o temprano lo veremos convertido en una realidad comercial, y supondrá un incentivo más para comprarse un coche eléctrico.
Las preguntas son las de siempre, eficiencia, precio y sobre todo, formato, unas preguntas que poco a poco van logrando respuestas positivas, lo que acerca la tecnología a una producción real, y que podría encontrar su hueco en la segunda generación de coches eléctricos, prevista para dentro de tres o cuatro años.
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