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¿Son los deportivos eléctricos igual de divertidos que los de gasolina?

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Si hay un sector que se resista a la llegada de los coches eléctricos, es el de los amantes de la conducción deportiva. Muchos aficionados defienden que la pérdida del sonido, del cambio de marchas, y en definitiva del carácter de los motores de gasolina hará la conducción mucho más monótona y aburrida. ¿Es esto realmente así?

Por un lado, es cierto que en general los coches eléctricos tienen una transmisión de una sola relación, eliminándose con ello complejas cajas de cambio. Hay personas que consideran que perder el juego con el embrague y las revoluciones de un motor de combustión hace la experiencia de conducción mucho más lineal.

Sin embargo, no debemos olvidar que uno de los tipos de vehículo más divertidos que hay en el mundo son los karts: pequeños monoplazas que, independientemente de si utilizan un motor de gasolina o uno eléctrico, no utilizan cajas de cambios. En ellos, la potencia se transmite de forma contundente al más mínimo pisotón en el acelerador, y su estabilidad asombrosa les hace un tipo de vehículo lúdico muy divertido. También hay que recordar que la mayoría de coches superdeportivos han prescindido del cambio manual, sustituyéndolo por cambios automáticos que se pueden llevar en modo manual mediante unas levas, perdiendo por el camino el embrague.

Con los coches eléctricos ocurre algo similar a los karts: el par es instantáneo, permitiendo aceleraciones y recuperaciones fulgurantes. La ausencia de caja de cambios lo único que hace es simplificar el proceso de conducción, haciendo que el conductor se pueda centrar más en la dirección y el juego entre el freno y el acelerador. Además, tampoco hay que olvidarse de la frenada regenerativa, que dependiendo de su intensidad (en modelos como el Nissan LEAF se puede regular voluntad), podrá actuar como freno motor, algo similar a lo que sería reducir marchas antes de una curva.

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También es importante tener en cuenta que las baterías en los bajos permiten un centro de gravedad muy reducido. Por lo tanto, la estabilidad de un coche eléctrico tenderá a ser superior a la de un coche de combustión, permitiendo un mejor reparto de pesos (ya que el mayor peso se encuentra entre los ejes y centrado, es decir, una configuración ideal), un paso por curva y una agilidad realmente destacados, y un comportamiento mucho más neutro y noble.

Además, los motores eléctricos suelen ser muy ligeros y de pequeño tamaño, lo que permite mejorar también el reparto de peso y reducir las inercias. Así, frente a un modelo con motor de combustión situado en posición delantera, un coche eléctrico tendrá un guiado más preciso y un comportamiento más noble y predecible, ya que el eje delantero se verá menos forzado por el menor peso.

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Por supuesto, lo que no podrá ser sustituido es el sonido: un coche eléctrico es muy silencioso, y más allá de un zumbido similar al de una nave espacial (o más bien una lavadora), no podrá deleitarnos con una sinfonía similar a la de un V8 americano como el que equipa el Ford Mustang.

Sin embargo, a la hora de conducir, ¿no es más importante el trabajo del chasis y de la dirección, la respuesta del motor, y en definitiva, el comportamiento del coche, que el sonido? En nuestra opinión, la pérdida de sonido será un mal menor a cambio de un chasis muchísimo más avanzado y preciso, que nos permitirá disfrutar de una conducción deportiva mucho más depurada.

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