La transformación que está viviendo el sector del automóvil ha cogido algo desprevenida a una industria que ha estado viviendo en otro mundo en los últimos 10 años. La llegada del coche eléctrico, así como la puesta en marcha de las normativas sobre emisiones, han sido sólo dos de los factores que los grandes grupos han ignorado hasta el último momento. Algo a lo que ahora se suma la fuerte corriente ambientalista que recorre Europa y que amenaza con derrumbar las ventas de coches con motor de combustión antes de lo esperado.
Así lo indican las últimas previsiones de grandes fabricantes como el grupo Daimler, que engloba a marcas como Mercedes, y que en sólo dos meses ha tenido que volver a recalcular sus previsiones con una reducción de 150.000 unidades al año en los próximos ejercicios. Algo que nos indica que las cifras de este año, donde esperan lograr un récord de entregas con 2.4 millones de coches podría marcar un pico que dará paso a una reducción de las entregas.
Por su parte el consejo de Volkswagen ha rebajado las previsiones de crecimiento interno para 2020 y 2021, y de esa forma en los nuevos planes a medio y largo plazo estiman que las ventas caerán en torno a las 400.000 unidades al año.
Según fuentes internas, para el año 2023 el grupo alemán podrá alcanzar unas ventas mundiales de 13.6 millones de unidades, en lugar de los 14.8 millones que se estimaban hasta ahora. Un 8% menos. Una cifra que posiblemente tenga que volver a ser calculada en próximos ejercicios en una dinámica que desde la prensa alemana también afectará a otras marcas como BMW, que también ha reducido las expectativas de crecimiento.
Esto tiene su reflejo en las pesimistas perspectivas de los principales suministradores de las marcas alemanas. Por ejemplo el gigante Continental estima que los pedidos caerán un 20% en 2024. Un descenso más que notable en un período relativamente corto de tiempo.
Opinión
Está claro que el impacto del cambio de paradigma en el sector del coche eléctrico empieza a notarse dentro de los grandes grupos. Y es que a pesar de que todos cuentan con proyectos de electrificación, una cosa es el papel y otra es plasmar eso con una gama competitiva. Unos vehículos que como hemos visto hace unos días, necesitan estar desarrollados desde cero para albergar un sistema eléctrico si las marcas quieren rentabilizar sus inversiones. Las conversiones como las que realiza Mercedes con su EQC son parches de urgencia que no aportarán prácticamente nada al volumen de ventas, y previsiblemente tampoco aporten nada en el plano económico.
Y es que no se trata sólo de poner a la venta una gama eléctrica. Esta debe ser conocida y reconocida por el público, algo que necesita su tiempo para acceder a un arco de clientes más allá de los incondicionales. Un aspecto que necesita tiempo, que como vemos es lo que no tienen unas marcas que han perdido casi una década intentando aprovechar al máximo las inversiones en sistemas diésel y gasolina, mientras solucionaban el tema eléctrico con pequeños apaños sin demasiada complicación.
Algo que no cambiará demasiado en un histórico año 2020 donde veremos el desembarco de una multitud de nuevas propuestas, pero que como decimos todavía tienen que ganarse la confianza del gran público para pasar de ser un simple anuncio o un elemento decorativo en las concesiones.
Vía | MM