El CEO de la petrolera ExxonMobil dice que en 2040 no habrá más coches nuevos a gasolina (en el mundo)

Posiblemente, si el mismísimo diablo estuviese a sueldo de alguien, lo haría en una empresa como ExxonMobil. No solo es el mayor refinador y comercializador de derivados del petróleo del mundo, tiene el triste logro de haber provocado el 3% de las emisiones de gases de efecto invernadero en décadas de actividad. Su actual consejero delegado, Darren Woods, está ahí desde 2017, pero este año cumple 30 años en la empresa. Cree en ella, vaya.

El periodista David Faber de la cadena CNBC le hizo una entrevista de más de media hora en la que habla de vehículos eléctricos, soluciones poco intensivas en carbono, cambio climático, impuestos a las emisiones o la demanda de energía. El ejecutivo hizo su papel de ejecutivo, minimizar la parte «malvada» de la compañía y dar mensajes positivos como que satisfacen una demanda, que sacan a la gente de la pobreza energética o que pueden ser rentables en el mundo de los coches eléctricos.

Por delante de muchas previsiones y líneas rojas, Darren Woods cree que en 2040 ya no se venderán coches nuevos de gasolina en ninguna parte. Hasta cierto punto, tiene sentido, en el momento en el que los fabricantes tradicionales no puedan vender su producto en los mercados principales, habrá una congelación tecnológica incluso en mercados subdesarrollados. Cuando pierdan dinero, los dejarán de fabricar. Está por ver que suceda tal cosa… tan «pronto».

Para entonces, calcula que la demanda de petróleo en 2040 será aproximadamente la misma que hubo entre 2013 y 2014, cuando ExxonMobil era rentable, así que su razonamiento es que será rentable en el futuro. A fin de cuentas, seguirán vendiendo plásticos para fabricar vehículos, y habrán reemplazado parte de la producción de petróleo con metanol, hidrógeno, biocombustibles, etc.

Hay un tema interesante, y es que aboga por ponerle precio a las emisiones de carbono para que resulte rentable investigar en tecnologías CCS (captura y almacenamiento de carbono) y que empresas como la suya tengan una actividad económica por hacer ese trabajo -y ganen dinero, claro-. Solo retirar las emisiones de ExxonMobil del 2020 costaría 65.000 millones de dólares, frente a 30.000 de beneficios que tuvo aquel año, denuncian en Electrek.

Por otro lado, Woods recordó que su compañía será neutra en carbono en 2050, lo cual debería darnos la risa, porque eso no significa 0 emisiones absolutas, sino emisiones de sus edificios, instalaciones y vehículos. No abarca la distribución, activos alquilados, viajes de negocios ni ninguno de sus productos. Serán neutros en carbono, pero de pocas cosas. Es como dejar de fumar definitivamente durante unas semanas al año, el 85% de las emisiones de Exxon estarían fuera de esa contabilidad.

Diversas compañías petroquímicas están abrazando la transición verde -a su manera- e invirtiendo en energías renovables y electromovilidad para diversificar su negocio. ExxonMobil más bien no. El señor Woods tiene otros 10 años por delante de vida laboral antes de jubilarse y el 2040 no le pillará en su sillón de CEO, así que puede decir lo que dice sin despeinarse, creyendo en ello.

Bajo sus palabras subyacen mensajes incómodos, y que hay que leer entre líneas. La descarbonización ideal no añadirá más CO₂ a la atmósfera del que ya hay (actualmente 421 ppm), pero otra cosa es retirar el que ya se ha emitido durante décadas. Eso costará dinero, y le costará dinero a alguien. Si le cuesta dinero a las empresas, lo van a pagar sus clientes. Si le cuesta dinero a los estados, lo pagarán los contribuyentes. En otras palabras, cobrar por emitir GEI se convertirá en un componente más de la inflación.

La Tierra puede ir reduciendo esa concentración de CO₂ e irla neutralizando, pero en escala humana sería demasiado tiempo (millones de años). Quizás hay que dedicar mucha i+D en un sistema que reduzca las emisiones de carbono que no tenga huella de carbono, sea reciclable infinitamente, sea barato, consuma recursos de forma sostenible y requiera poco mantenimiento. Igual, después de billones de dólares, les acaban poniendo nombre: árboles.