Los materiales críticos para baterías de vehículos eléctricos enfrentarán una escasez de suministro en 2030
El aumento de producción de los vehículos eléctricos está incrementando la presión sobre los materiales que dan forma a sus baterías, con unas perspectivas de que habrá escasez de algunos materiales en 2030.
La transformación del transporte hacia la electricidad se está acelerando, aumentando la presión sobre los materiales que dan forma a componentes como las baterías o motores. Algo que pone sobre la mesa el último informe de la consultora McKinsey, que advierte sobre una tensión significativa en la cadena de suministro de materiales críticos para baterías para 2030.
Se espera que las ventas de vehículos eléctricos aumenten de 4,5 millones de unidades en 2023 a 28 millones anuales para finales de la década. Esta demanda ejercerá presión sobre la disponibilidad de materiales esenciales como el litio, el manganeso y el grafito.
Si bien las baterías de litio-ferrofosfato (LFP) reducen la dependencia de materiales, como el cobalto y el níquel, aún dependen en gran medida del litio, el manganeso y el grafito. El cambio a baterías LFP reduce algo los riesgos en cierta medida, pero no elimina los desequilibrios en la cadena de suministro, lo que pone de relieve la necesidad de seguir centrándose en asegurar fuentes alternativas y más sostenibles.
Entre los principales retos a superar en cambio, está la extracción y el refinado de materias primas. Estas representan aproximadamente el 40% de las emisiones totales de la producción de una batería. El informe de McKinsey destaca que reducir las emisiones en estos procesos es fundamental.
“Obtener materiales de proveedores comprometidos con sistemas más respetuosos podría reducir las emisiones hasta en un 80% en las fases de minería y refinación. Esto debe ir acompañado de un fuerte enfoque en la reducción de costes dada la presión actual sobre la rentabilidad en la industria de las baterías«.
Los materiales más pequeños pero esenciales, como el manganeso, también se enfrentan desafíos en incremento.
Actualmente, el manganeso contribuye con alrededor del 4% de las emisiones en una batería de litio-níquel-manganeso-cobalto (LI-NMC). Sin embargo, a medida que las baterías LFP ganan popularidad y se descarbonizan componentes como el litio y el níquel, las emisiones del manganeso podría casi duplicarse si no se adoptan estrategias específicas para abordar el desequilibrio.
Los expertos avisan de que, para resolver los problemas más amplios de la cadena de suministro, requerirá un esfuerzo colectivo de toda la industria para equilibrar la demanda con prácticas sostenibles y minimizar las emisiones. El camino a seguir definirá la capacidad de la industria de los vehículos eléctricos para cumplir los objetivos climáticos y, al mismo tiempo, aumentar la producción.
Una ecuación donde la buena noticia es la diversificación de químicas, donde no solo entran en juego las nuevas LFP, sino también desarrollos como el electrolito sólido, que reduce la cantidad de materiales para dar forma a cada celda, así como las baterías de sodio, que son otro paso más respecto a las LFP en simplificación, reducción de costes pero también facilidad de reciclaje, además de contar con la salmuera como su principal componente. Un elemento muy abundante, barato y fácilmente reciclable.
Tabién está la cuestión del refinado de componentes, como el litio, que más de un 80% del mismo está en mano de China. Una diversificación crítica para reducir la dependencia del gigante asiático, pero que supondrá inversiones con baja o nula rentabilidad a corto plazo, pero fundamental para contar con un suministro fiable para alimentar la transición energética.